¿Qué será lo que quiere el negro?, por Teodoro Petkoff
Aristóbulo ya es candidato de la Fuerza Bolivariana de Trabajadores. Es la segunda vez en menos de dos meses que el régimen humilla a Pablo Medina. La primera vez, cuando Chávez, en un rapto de inspiración, lo engatusó con aquello de «volver, volver» según y que para dirigir el gran partido de la revolución. Pablo, o porque es un avión y se lanzó a aprovechar sus nuevos quince minutos de fama, o porque es un ingenuo, comenzó a comportarse como si en efecto hubiera pasado a ser candidato a la vicepresidencia. Rigurosamente encorbatado y con un lenguaje seráfico, habló sobre asuntos económicos, se reunió con banqueros y hombres de negocios, pero aun así su naturaleza lo traicionó y una frase malhadada le costó al país varios centenares de millones de dólares. Chávez lo olvidó. «Si te amé ya ni me acuerdo». Pablo quedó colgado de la brocha, muy desairado.
Ahora Maduro, no se sabe si con intención, o ingenuamente, lo achicharró en menos de dos semanas. Lo propuso como candidato a la presidencia de la CTV, Pablo se puso en campaña pero de la noche a la mañana le sacaron la banqueta, propulsaron a Aristóbulo y nuevamente el esforzado Pablo, quien ya hasta se había sacado un carnet chimbo del sindicato de trabajadores gráficos, quedó haciendo cui-cui.
Total, a Aristóbulo podían haberlo candidateado para la Secretaría General de Naciones Unidas, tan precario luce su chance, pero, sin duda, es el mejor candidato posible para la FBT. Frente al helado de yuca que es Nicolás Maduro y al «ríspero» Medina, el negro -simpático, dicharachero, ingenioso, con alta velocidad mental y flexibilidad- es una escogencia con mucho más sentido. Su campaña será, seguramente, un dechado de demagogia e irresponsabilidad. Restablecimiento de la retroactividad de las prestaciones, rechazo al modelo de seguridad social «neoliberal» propuesto por la comisión que presidió Isaías y otras zarandajas semejantes, tomadas del programa que se le quedó frío a Pablo. Su intervención en el debate sobre la Ley de Educación, altamente cargada de demagogia, dio la medida de por dónde viene el hombre. Sin embargo, no es necesario ponerse a comprar dólares. Su victoria no es propiamente un tiro al piso y, además, hay que tener en cuenta que en las campañas electorales, como en la guerra, la primera baja es la verdad. Sobre todo cuando el candidato no tiene chance, pero para darse ánimo entona un Do de pecho que ni Pavarotti. Que es el caso. Volviendo a Pablo. Sólo habría podido ser candidato por encima del cadáver de Miquilena. Probablemente el zamarro Luis habrá pensado que para espantar inversionistas o generar corridas sobre el dólar ya es más que suficiente con el discurso de Chávez, para, encima de eso, tener que calarse a un tipo capaz de dejar seco el Banco Central en dos meses de campaña electoral. Así que mandó a rasparlo