Querido niño Jesús, por Laureano Márquez
Twitter: @laureanomar
Niñito llanero, indio soberano,
dámele cariño, dámele ternura
al venezolano
Cada día que sale el sol una nueva calamidad se cierne sobre mi patria. No se trata de catástrofes naturales impredecibles, sino de adversidades causadas por seres humanos sobre seres humanos, que producen muerte, pobreza, hambre y destrucción, que llevan a miles de compatriotas a huir —como tú— de la tierra que los vio nacer, movidos por la desesperación, en condiciones terribles, desafiando largos caminos, fríos páramos, agobiante xenofobia.
Lindo pajarito que vive en el llano
desde tu piquito dale un pedacito
al venezolano.
Querido Niño Dios: las razones de tantas desgracias se me tornan inexplicables. No sé qué puede haber endurecido tanto el corazón de los que se han convertido en amos y señores del país, para negar al extremo todo aquello en lo que alguna vez dijeron creer y que alguna vez proclamaron defender: libertad, justicia, igualdad, paz, respeto a los derechos humanos (quizá, Jesusito de mi corazón, de tanto asomarse al abismo se transformaron ellos mismos en el peor de los abismos). Sé, Divino Niño, que es una mezcla de muchas cosas: ambición de poder, ignorancia y maldad en la peor de sus manifestaciones: la crueldad. Cada día que amanece, como sabes, hay niños desnutridos, gente en la pobreza más atroz, ancianos que han llegado a la vejez sin la dignidad que les corresponde y mueren de hambre solitarios, médicos que pierden la vida por no tener la protección adecuada, demasiadas personas que no cuentan con los servicios esenciales, presos políticos torturados, asesinados, personas ultrajadas en su dignidad humana. Emulando al faraón de Egipto, donde tu familia vivió también exiliada, los gobernantes prefieren ver a su propia nación arrasada por todas las plagas existentes antes que ceder a lo que demanda la más elemental justicia, mientras ellos en sus palacios viven en el lujo y la abundancia.
Alpargata de oro, cogollito blanco,
no lo desampares, vuelve tu mirada
al venezolano
Santo Niño Jesús:
Te escribo más por desahogarme que para pedirte algo. Sé que este no es un asunto tuyo sino nuestro. Nos diste todo –y en mucha abundancia– como para hacer de nuestro país una versión tropical del paraíso terrenal, ese que vislumbra Colón en nuestro territorio la primera vez que tocó tierra firme en América. Yo no creo en un Dios que manda rayos para resolver los problemas de sus creaturas, sino en uno que nos dio en el comienzo de todos los tiempos todo aquello que necesitábamos para moldearnos a su propia imagen, si así lo deseaba nuestro corazón. Si te mando esta carta es para contarte de los dolores que afligen a tus hijos de Venezuela.
Trompo serenito que baila en la mano,
bríndale la calma que tanto le falta
al venezolano.
Querido Niño Jesús:
Se acerca la Navidad, tiempo de Adviento y esperanza. Hechos a imagen y semejanza tuya, como hemos sido, no me entrego al desaliento (la herramienta favorita del demonio), que es lo que quieren producir en nuestro corazón aquellos que nos arruinan el destino. Sigo animándome con la obra de la gente de bien, con las noticias que no se conocen de todos los que están ayudando en estos tiempos a que otros sobrevivan y mantengan la fe.
*Lea también: El valor del clavo de olor, por Miro Popić
Me lleno de esperanza con los jóvenes talentosos que se preparan, con los músicos, con los médicos, con los que enseñan, con los que cuidan, con los que son perseguidos, con los que comunican su pensar y no se callan, con todos aquellos que persisten en el trabajo honesto a pesar de los riesgos que conlleva, con los artistas que nos hacen pensar que un mundo mejor es posible, con todos los venezolanos que brillan, dentro y fuera de Venezuela.
Pero sobre todo se conecta mi alma con los más humildes, con los que comparten tu pobreza de Belén y sufren sin perder la fe en ti; que nunca nos olvidemos de ellos, que podamos ayudar a conjurar sus injusticias, dolores y angustias. Que nunca nos venza el desánimo y que podamos hacer algo en pro del bien del prójimo para que las cosas mejoren, cada uno desde el lugar en que nos has puesto. Que esta Navidad sea de esperanza, para la humanidad y para Venezuela.
Recibe toda mi devoción y cariño.
L.
P.S. De todas maneras: ¿no te quedará un rayito por ahí, escondido?
Laureano Márquez P. es humorista e historiador, egresado de la UCV.