¿Quién paga?, por Teodoro Petkoff

Como bien reza un viejo dicho gringo, no hay almuerzos gratis; alguien los paga. Los ajustes económicos tampoco son gratis. ¿Quién paga un ajuste económico? Obviamente, quien lo realiza pretende superar las consecuencias negativas de los desequilibrios que su propia política, o la de otros, ha provocado en la economía, o las de cualquier choque externo (por ejemplo, un cataclismo natural o una caída abrupta en los precios de sus productos de exportación) que ésta haya experimentado. En principio, un ajuste bien hecho puede equivaler a la extracción de una muela dolorosa o a una apendicectomía: duele pero luego mejora y salva al paciente. Las disposiciones que se toman para un ajuste y la manera de ejecutarlas pueden dar una pista acerca de sus posibilidades de éxito y, en particular, sobre cuál parte de la sociedad recaerá el mayor peso.
Por ahora, la medida central del paquetico de ajuste chacumbeliano la constituye la reducción obligada del gasto público, dado el pronunciado descenso de los ingresos petroleros. En una economía como la nuestra, cuyo dinamismo debe mucho al gasto público y que durante esta década se ha hecho aún más dependiente de éste, una reducción del gasto implica, de entrada, un declinamiento de la actividad económica, medida en términos de Producto Interno Bruto (PIB). Ya desde el año pasado, la economía comenzó a mostrar signos de desaceleración. Su crecimiento fue menor que el de 2007 y la mitad del de 2006. Un recorte, ahora, del gasto público acentuará esa caída, que podría expresarse en un decrecimiento del PIB, este año, de entre 2 y 2,5%. Esto se traduce, inevitablemente, en incremento del desempleo. Por este lado, el ajuste lo pagan más los trabajadores que ningún otro sector.
El alza en el IVA y la devaluación encubierta que se está llevando a cabo, trasladando centenares de importaciones del dólar a 2,15 al dólar permuta, inevitablemente acelerarán la inflación, ya muy alta.
Cadivi, en tiempos de vacas gordas, liquidaba diariamente unos 200 millones de dólares, esencialmente para importaciones. Ahora entrega 70. A quien los necesita y no se los dan se le está diciendo, implícitamente, que acuda al mercado paralelo -supuestamente tan ilegal que está prohibido mencionar su cotización.
Importaciones más caras, más inflación.
Ésta, como es sabido, comporta una formidable transferencia de riqueza de los pobres al gobierno y a los ricos. Los precios más altos castigarán a los pobres más duramente que a nadie. De manera que la plata que consiga el gobierno vía IVA y vía dólar paralelo se comerá el aumento del salario mínimo antes, incluso, de que tenga lugar. Incremento, para peor, que no compensa la inflación de 31% del año pasado ni la esperada para éste. Siguen los pobres llevando leña.
Y todavía Chacumbele no ha desplegado todo su arsenal. Ya Giordani hizo saber que vienen otros paqueticos, tan «socialistas» como el de ahora, que ha lanzado sobre los pobres el mayor peso del ajuste.
No se necesita ser Lord Keynes para saber quién paga este almuerzo.