¿A quién protegen?, por Teodoro Petkoff
El caso de la narcoavioneta es un cangrejo artificial. No existe ninguna razón para que el misterio que la rodea sea tan espeso como se ve hoy, que no se sabe nada de nada. Una avioneta no es un velocípedo realengo, sino un tipo de vehículo que, aún más que los autos, las motos y las bicicletas, está perfectamente registrado, con todos sus datos consignados en expedientes para cada aeronave.
Tienen siglas, localización aeroportuaria y ninguna puede despegar sin un plan de vuelo detalladamente establecido y presentado a la torre de control del aeropuerto. Pero, y es lo más importante, tienen dueño y el o los pilotos que las vuelan están también obligados a proporcionar la información sobre ellos mismos a las autoridades aeroportuarias.
Ni siquiera en este desorden que es Venezuela dejan de cumplirse estos requisitos
De modo que hay algunas preguntas que no han recibido ninguna respuesta hasta el sol de hoy, en un affaire que se refiere a un cargamento de tonelada y media de cocaína, que no es propiamente concha de ajos.
¿Quién es el propietario de la narcoavioneta? ¿Por qué esa información vital no ha sido suministrada por las autoridades? ¿Quiénes eran los pilotos de la aeronave?
Del copiloto se dice que murió en la balacera.
¿No tenía nombre? ¿Por qué esa información tampoco aparece? ¿No debieran estar detenidos y sometidos a juicio esos personajes, propietario y pilotos?
Hay un detalle adicional. Al sitio donde aterrizó la avioneta llegó una comisión de la policía de Falcón, que fue recibida a tiros por quienes viajaban en la aeronave. La patrulla quedó toda agujereada y los agentes policiales están presos.
La patrulla desapareció sin dejar señales. Nadie la ha vuelto a ver y hasta ahora el comportamiento de las autoridades quisiera hacernos creer que la responsabilidad de este enorme delito, que involucra miles de millones de bolívares, es de unos humildes agentes policiales provincianos, de un pueblito de Paraguaná.
El propio Chávez ensayó una explicación: se trataba de una “entrega controlada”, en combinación con el gobierno de Honduras. Pero el silencio de éste es elocuente. No se mete en ese rollo. Ello confirmaría lo que a todas luces ya no puede ser considerada sino como una mentira más de las típicas del Presidente.
Con todos estos elementos es forzoso llegar a una conclusión, que hasta que sea rebatida por los hechos, no puede sino mantenerse. Esa avioneta y su cargamento pertenecen a un pez muy gordo, al cual, con una desvergüenza y un cinismo ya proverbiales, se está protegiendo. No se informa nada porque no se quiere que se sepa quiénes son los narcotraficantes involucrados en el asunto.
Ahora bien, una de dos. O son personajes de mucho peso económico y político, vinculados a gente del gobierno pero no funcionarios de éste, o son propiamente funcionarios públicos de muy alto coturno. Existe una tercera hipótesis; que sean las dos alas de un mismo pájaro. Socios de un mismo negocio.
Y esto es tal vez lo más probable. Lo cierto del caso es que no necesitamos de la DEA y los gringos para saber que nuestro país es hoy un importante centro de distribución mundial de la droga. Eso es vox populi aquí, así como los nombres de quienes manejan el negocio, tanto militares como civiles. Pero el gobierno permanece mudo. ¿Por qué?
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