¿Quién quiere ver a la UDO en llamas?, por Tulio Ramírez
Trato de imaginar lo que pasaba por la cabeza de los que quemaron la Biblioteca de la Universidad de Oriente (UDO). Intento buscar una explicación lógica. No creo que por una asignatura reprobada alguien vaya a hacer tamaña barbaridad. ¿Sería qué los agarraron copiándose en un examen y los ridiculizaron delante de todos sus compañeros?; ¿algún profesor embarazó la novia de alguno de ellos?; ¿la de Estadística III les tumbó el Summa Cum Laude y no podrán ganarse la Beca para hacer el Postgrado en Oxford, Cambridge o en la Universidad Ignacio Agramonte y Loynaz de Camagüey?
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La verdad me esfuerzo y no consigo alguna razón lo suficientemente convincente como para justificar esa acción barbárica. Quemar la biblioteca de una universidad solo es comparable con actos genocidas como el holodomor impuesto por Stalin a los ucranianos, o el exterminio de todo no ario por parte de los nazis. Ambas acciones no pueden racionalmente justificarse aunque hayan sido impulsadas por taras sociopáticas o por elaboradas tesis políticas o ideológicas.
Les confieso que entre las cavilaciones llegué a pensar sobre la posibilidad de que haya sido un accidente. Quizás un usuario desprevenido encendió un cigarrillo y por un acto inconsciente producto de un deseo reprimido, tiró la colilla encendida sobre el estante donde reposan los libros de marxismo. Por ser tan viejos y de tan poco uso, son los propensos a agarrar fuego más rápidamente. No me caigan encima, trataba de darle alguna estructura razonable al origen del fulano incendio.
Semanas después me entero de la destrucción del laboratorio de Biomedicina de la misma universidad. Se llevaron equipos muy valiosos para la investigación pero de nula demanda en la calle.
Es decir, continuando con la misma lógica de la quema de la Biblioteca, nos preguntamos ¿que ganan con este acto vandálico si no podrán sacar provecho de lo robado?
Indagando aún más, me entero que lo mismo sucedió con el Instituto de Oceanografía, el Centro Sismológico, el Laboratorio de Química y para no ser acusados de discriminación epistemológica también han saqueado y desvalijado los departamentos de Filosofía y Ciencias Sociales. Inclusive, saquearon la sede rectoral. La rectora Milena Sosa afortunadamente no se encontraba en el lugar, quién sabe lo que hubiese sucedido de haber estado presente.
Algunos amigos, profesores de esta universidad, me amplían el panorama. Me señalan que hay dos tipos de agresores.
Hay un grupo de vulgares delincuentes para los que la universidad se convirtió en la proveedora de piezas y aparatos útiles para el hogar y el mercadeo.
Extraen con total impunidad, puertas, inodoros, filtros de agua, aires acondicionados, computadoras, plafones. Teléfonos, cables, lámparas y cuanto artefacto sea útil o vendible. Estos son rateros que actúan bajo la seguridad que da la inexistente vigilancia interna y la nula colaboración de las autoridades policiales.
El otro grupo es el más peligroso por su fanatismo e irracionalidad. Son los guiados por el resentimiento y la ignorancia repotenciada por una ideología profundamente anticivilizatoria. Son los que actúan ante la cultura y la ciencia igual a los Talibanes que destruyeron, a punta de mandarriazos y cañonazos, monumentos milenarios y obras de arte, por “ser iconos que simbolizan la cultura de los infieles a Alá”. Parafraseando a esas joyitas, podríamos decir que estos grupos queman Bibliotecas y saquean universidades porque ellas simbolizan la cultura de los infieles al socialismo.