Rabo`e cochino chimba por Xabier Coscojuela
Una desconfianza mayor es lo que genera la supuesta designación de Elías Jaua como canciller por parte del presidente Hugo Chávez. Desconfianza porque, hace apenas siete días, el propio jefe del Estado no pudo suscribir la carta que le debía enviar a la Asamblea Nacional para notificar que no estaría presente el 10 de enero en el Parlamento para tomar juramento de su mandato por cuarta vez.
Desconfianza porque la firma que aparece en la Gaceta Oficial señala que el acto se cumplió en Caracas, cuando el paciente tiene más de un mes en Cuba sin que casi nadie lo vea ni lo oiga, y porque la rabo `e cochino le quedó perfecta. Buen pulso tiene el paciente.
Pero esta aprensión no es nueva. La mentira ha sido parte de la política oficial estos 14 años, tanto del comandante presidente como de sus «hijos» políticos.
Un escepticismo que cobra más fuerza después de observar cómo el oficialismo, desde Chávez para abajo, ha tratado el tema de la enfermedad que padece el jeLo primero que generó ruido en todo este misterioso asunto es el hecho de que tanto las cuatro intervenciones quirúrgicas como el tratamiento de la enfermedad no se hayan hecho en Venezuela.
Estamos seguros que en el país hay tan buenos o mejores médicos que en La Habana, al igual que equipos médicos de primer nivel. Lo lógico, lo humano, era tratar al paciente aquí, pero así el secreto sería más difícil de mantener, aunque el estar en la isla parece no haber sido suficiente para esconder la gravedad de la dolencia. Desde el gobierno se asegura que se ha dado toda la información que era necesaria, lo cual es falso, porque nadie en el país sabe hoy en día, de manera oficial, en qué parte del cuerpo está alojado el cáncer.
Según la ministra de Sanidad, Eugenia Sader, el código de deontología no permite difundir la información médica de un paciente, porque tiene derecho a su privacidad, asegurando que estos no son solo derechos de los pacientes venezolanos sino que son derechos universales.
Pues bien, ni en Paraguay, ni en Brasil, Colombia o Argentina se atuvieron a ese código y a ese derecho universal en el caso de sus presidentes y expresidentes. En esos países están conscientes de que la salud del presidente atañe a toda la sociedad en su conjunto y que la transparencia en el manejo de la información es un derecho de todos los ciudadanos.
Es por ello que Fernando Lugo, Dilma Rousseff y Juan Manuel Santos, además del expresidente Lula da Silva, suministraron información precisa de sus respectivas dolencias y cual era la zona de su organismo afectada por el cáncer.
El primero de ellos atendió su dolencia en Brasil, mientras que los otros tres lo hicieron en sus propios países. Nada de viajar a un tercer país y desconfiar de sus paisanos médicos. Además de que proporcionaron toda la información sobre el tratamiento que recibían.
En el caso de Cristina Kirchner, en un principio anunció que padecía de cáncer de tiroides, para después informar que los análisis realizados descartaban, afortunadamente, que sufría la enfermedad.
De haberse conocido con exactitud la magnitud de la enfermedad de Chávez y de sus consecuencias, es probable que sus propios compañeros y buena parte del país se hubieran dado cuenta del riesgo que significaba para su vida y para la democracia venezolana el hecho temerario de su candidatura presidencial. Lo más sensato habría sido que el abanderado del PSUV fuese otra persona, ahorrándole al país la violación a la Constitución cometida el pasado 10 de enero y reiterada el martes. También hubiera evitado la incertidumbre en que viven los venezolanos en estos momentos.
Es por todo esto que no nos extrañaría que la firma que aparece en la Gaceta sea chimba. La tecnología permite hoy muchas cosas. De lo que sí estamos seguros es que Nicolás Maduro es un usurpador, pues nadie votó por él para que esté tomando decisiones para las que no está facultado, según lo que dicta esa Constitución que, al parecer, ya ni al TSJ le interesa respetar.
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