Ramírez: El poderoso hijo de Chávez devorado por la revolución
Autor: Denisse López
A cuatro años de haber sido incluido por la revista estadounidense Foreing Policy en la lista de los 500 personajes más influyentes y poderosos del mundo y el número 31 de Latinoamérica, el trujillano Rafael Darío Ramírez Carreño, prohombre de la revolución bolivariana y protegido de Hugo Chávez durante su mandato, ha perdido todo su poder.
Su renuncia al cargo como Embajador Representante Permanente de Venezuela ante la Organización de las Naciones Unidas, en medio de un escándalo de corrupción en el seno de Petróleos de Venezuela, salpica su imagen, pese a que hasta ahora no ha sido acusado formalmente de ningún cargo.
Su salida por la puerta trasera, negociada con el primer mandatario nacional, Nicolás Maduro, está plagada de interrogantes y conjeturas. Varios analistas creen que es el principal objetivo, por el momento, de una purga por el liderazgo de la revolución bolivariana, donde ostentó, por espacio de 12 años y en forma simultánea, la presidencia de Pdvsa y el Ministerio de Petróleo, además de otros cargos que le daban influencia total en la política y la economía de Venezuela.
El largo periodo de altos precios petroleros, colocó a Ramírez a la diestra del mismísimo Chávez, quien le encomendó los destinos de las finanzas del país.
Desde Pdvsa se alimentaron prácticamente la totalidad de la misiones creadas por Chávez para satisfacer necesidades de alimentos y vivienda, básicamente. Datos de la propia empresa señalan que solo en 2010 salieron de la petrolera, para esos propósitos, 20.549 millones de dólares.
El ex embajador ante la ONU asegura que el “comandante supremo”, como él lo califica, lo llamó a su lecho de muerte, donde le hizo jurar que defendería, hasta las últimas consecuencias, la revolución bolivariana y el proyecto de país plasmando en el llamado “Plan de la Patria”.
A Ramírez se le atribuye el éxito de la estrategia de control político de Pdvsa, sellada con su polémico discurso de octubre de 2006, ante trabajadores y gerentes reunidos en La Tahona, donde dijo la frase por la que, seguramente, muchos lo recordarán: “la nueva Pdvsa es roja, rojita, de arriba abajo”.
Esta expresión de Ramírez fue un acto de agravio a las viejas políticas petroleras y gerentes meritocráticos, además de una demostración de fuerza que terminó de dar cuerpo a una estatal petrolera al servicio exclusivo de la gestión de gobierno de Hugo Chávez. La máquina generadora del 96% de los ingresos en divisas del país estaba ya en manos de la revolución.
Ramírez, cuyo tránsito por la “vieja Pdvsa” pasó desapercibido, se convirtió en uno de los más fervientes militantes del Revolución Bolivariana, tras hacerse políticamente relevante por sus servicios patrióticos al gobierno durante el paro petrolero 2002-2003, cuando ya se desempeñaba como Ministro de Petróleo y Minería.
Su nombramiento como presidente de Pdvsa en 2004, le dio un doble privilegio de ser regulado y regulador, una práctica inédita que despertó críticas, debido al enorme poder que concentró Ramírez en la principal industria de la nación.
El desmontaje de la Apertura Petrolera, un conjunto de políticas que impulsarían a la industria petrolera del país, y que se incluían en el plan económico de Rafael Caldera, nombrado “Agenda Venezuela”, fue otro de los eventos que lo catapultaron a la cima del poder.
Se recuerda que Ramírez acabó de un plumazo, entre 2006 y 2007, con los Convenios Operativos y las Asociaciones Estratégicas de la Faja Petrolífera del Orinoco, donde participaban empresas transnacionales de la talla de ExxonMobil , ConocoPhillips, Texaco, Shell y Chevron, entre otras. Y creó nuevas relaciones bajo la figura de Empresas Mixtas, cuya mayoría accionaria recae en el Estado, así como la gobernabilidad absoluta de estos negocios.
En octubre de 2013, haciendo todavía uso del manto protector de Chávez, Ramírez fue investido como Vicepresidente del Consejo de Ministros para el Área Económica, donde no tardaron en aflorar las diferencias con la administración de Nicolás Maduro, en materia económica. Su plan era cumplir con la promesa a Chávez desde la tribuna clave: Pdvsa.
En sus escritos publicados en Aporrea, Ramírez asegura que el presidente Hugo Chávez estaba claro en la necesidad de dar un giro verdadero a la política económica del país.
De hecho, a finales de 2012 advirtió al presidente en Cuba de la “tormenta” que se avecinaba de no modificar la política cambiaria, de no descargar a Pdvsa de una dura carga financiera y su mermado flujo de caja, de las deudas contraídas por la estatal con sus proveedores, y de la necesidad de generar un verdadero incentivo a la producción nacional.
El cargo movía los hilos de los ministerios de Finanzas, Industria, Comercio, Alimentación, Agricultura y Tierras, Ciencia y Tecnología, Banca Pública y Turismo.
El hombre fuerte del proceso, también fue nombrado Jefe Plenipotenciario de la Economía de Oriente, Coordinador del Órgano Superior de la Vivienda y Presidente del Fondo Simón Bolívar para la Reconstrucció.
A mediados de 2014 el muñequeo de Rafael Ramírez por seguir en la presidencia de la estatal petrolera, estaba llegando a su fin. Las fuertes discrepancias con el gabinete económico de Maduro, terminan por sacarlo de Pdvsa y confinarlo a la Cancillería de la República, en cuyos zapatos no se sintió a gusto, y es ese mismo año designado como Embajador de Venezuela ante la ONU, donde estuvo desde enero de 2015 a este 5 de diciembre.
Destino incierto
La imagen de Rafael Ramírez fue finamente defenestrada de todo vestigio de poder por la administración de Maduro. Las recientes críticas a las desacertadas medidas que han sumido en una verdadera crisis al país, fueron tomadas como un enfrentamiento que recibieron una rápida y drástica respuesta por parte de actores políticos y económicos leales a Maduro.
Aunque el fogón está encendido con las más de 65 detenciones de gerentes altos y medios de la petrolera estatal (entre ellos de su primo Diego Salazar), su nombre no ha sido vinculado de manera oficial con las investigaciones que cursan sobre los escandalosos hechos de corrupción en la Pdvsa que él dirigió.
Sin embargo, al ex embajador se le ha asociado con 23 casos irregulares ocurridos entre 1991 y 2013, según el equipo de fiscales y agentes federales de Estados Unidos que investigan a Petróleos de Venezuela, refiere un artículo de La Opinión de Colombia en agosto de 2015.
“La Red Contra los Delitos Financieros del Departamento del Tesoro (Fincen, por sus siglas en inglés) calculó que unos 4.000 millones de dólares de actividades ilícitas en torno a Pdvsa pasaron por esta entidad”, reseña El Diario Las Américas, en un reporte fechado el pasado mes de junio.
La Asamblea Nacional también alzó la voz en contra de Rafael Ramírez. En marzo de 2016 se le señalaría en una investigación abierta en el organismo legislativo, según la cual el ex presidente de la petrolera estaría incurso en delitos de corrupción.
Entre los hechos que se le atribuyen, según el presidente de la Comisión de Contraloría del parlamente, Freddy Guevara, están las irregularidades en el fondo de pensiones de Pdvsa, la paralización de obras y daños, sobornos en contrataciones vinculadas conEcopetrol y Petrobras, además del depósito de dinero en Andorra por ser «una triangulación para el lavado de dinero”.
Los detractores de Ramírez lo responsabilizan además de la destrucción total de Pdvsa. No solo por la merma de sus indicadores de producción e ingresos, sino también por el deterioro físico y estructural de sus instalaciones.
Su salida de la ONU, está plagada de interrogantes que han generado suspicacia en la opinión tanto nacional como internacional, que no han sido aclaradas ni por el gobierno de Maduro, ni por Ramírez en su renuncia pública.
El ascenso vertiginoso de Rafael Ramírez en las filas del chavismo, llegó a su fin. La purga lo alcanzó. Su salida del círculo de poder revolucionario se produce en medio de un escándalo e investigaciones que lo enlodan y que según sus detractores debe encarar.
Por lo pronto su destino es incierto, su regreso al país está por verse, así como el accionar del gobierno frente a un titán que podría encender el ventilador.
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