Raúl Castro y Yo-El-Supremo, por Simón Boccanegra
A los cubanos de a pie les cayó como una patada en el hígado el delirio co-presidencial de Yo-El-Supremo. Corresponsales internacionales encuestando gente en las calles de La Habana obtuvieron desde las respuestas más sardónicas y burlonas hasta las más irritadas.»¿Quién se cree ese tipo?» fue una de las más frecuentes. Pero, lo políticamente más relevante fue la censura que desde Granma se ejerció sobre las palabras de Yo El-Supremo. Donde éste, en sus desvaríos, habló de «confederación», de «repúblicas complementarias», de «cogobierno» y otras sandeces por el estilo, Granma puso, simplemente,»relaciones de cooperación». Puede entenderse esta actitud, sobre todo si se recuerda que unos pocos meses atrás alguno de los generales del entorno más inmediato de Raúl comentó agriamente que Chávez debería irse bajando de esa nube que le hace creer que podría entrometerse en los asuntos cubanos después de la muerte del «viejo».Visible es además, la fuerte reticencia del menor de los Castro a retratarse con Chacumbele, con el cual no tiene ninguna química.Tan obvio es esto que Chacumbele no pudo disimular un regocijo casi infantil cuando pudo conversar unos minutos con Raúl desde la refinería de Cienfuegos –sobre la cual hablaba, por cierto, como si fuera tan dueño de ella como lo es de Pdvsa.»Con esta conversación contigo cerramos los 360 grados del círculo», exclamó alborozado. Por fin Raúl Castro le había parado bola.