Razón y pasión, por Alberto Lovera
Autor: Alberto Lovera
Uno de los mayores éxitos del accionar del oficialismo es haber sembrado por doquier la desesperanza, haciéndonos creer que no hay manera de poner fin a la tragedia en la que han sumido a nuestro país. Para ello han sembrado de dudas el sistema electoral, al constatar que se encontraban en minoría y perdieron el favor popular que una vez tuvieron.
A ese clima espiritual también ha ayudado que frente a cada iniciativa de los sectores democráticos, ellas se han presentado como la batalla final y no como un paso en una larga y compleja lucha por la reconquista de la democracia que supone la combinación de diversos instrumentos que antes que contradictorios son complementarios. Es lo que en esta columna hemos llamado saber caminar con los pies. Movilización ciudadana, negociación, exigencias de condiciones electorales, organización social, presión internacional y muchas otras deben combinarse.
Estamos en una hora de enorme complejidad para encontrar una vía democrática y constitucional a la crítica situación nacional. Hay diferencias en las lecturas sobre el rumbo que se debe tomar para rescatar la democracia, y tendremos que encontrar la manera que en vez de llenar de sospechas cada una de ellas, puedan desplegarse para mostrar la eficacia y hasta su posible confluencia en un determinado momento.
Se sabe que es mayoritario el sentimiento de rechazo al actual gobierno, pero para que este se pueda expresar electoralmente, tiene que rescatarse el entusiasmo, la disposición masiva a responder a una convocatoria y la preparación para la defensa del voto. Eso fue lo que logramos en las elecciones parlamentarias del 2015, pero hoy se han levantado nuevos obstáculos para unas condiciones mínimas de elecciones justas y limpias. Hay que reclamarlas con fuerza porque queremos expresarnos en un proceso electoral que no sea un simulacro. La presión en este sentido, nacional e internacional, no se debe detener porque la dinámica política sigue su curso y eventualmente podremos lograr lo que hoy parece una carrera de obstáculos insalvables.
Tenemos que lograr que la población sometida a enormes privaciones pueda conectar su dramática situación social con la necesidad urgente de un cambio político que le dé respuestas y soluciones.
Si alguna virtud ha tenido el acto del Aula Magna de la UCV, Venezuela no se rinde, y de las réplicas que se programan para los diferentes puntos de la geografía nacional, es volver a tocar la fibra de la emoción y de la esperanza, y reafirmar la exigencia de la acción unitaria de las fuerzas democráticas venezolanas. La gravedad de la situación nos obliga a todos, organizaciones de sociedad civil y partidos políticos democráticos a deponer diferencias subalternas y afanes protagónicos para encontrar una ruta que nos permita restituir la institucionalidad democrática y una ruta para el cambio político pacífico, sin el cual no se le pondrá poner fin a la dramática situación social que está sufriendo el pueblo venezolano, ante la indolencia de una cúpula gobernante obsesionada por permanecer en el poder a costa del sacrificio de la calidad de vida de los habitantes de esta tierra. Aún estamos a tiempo para impedírselo.
Pero no basta con la pasión y el entusiasmo, necesitamos de la razón para organizar con eficacia el rescate de democracia. Un tejido de organizaciones sociales y políticas que se acuerden en un plan de acción de múltiples aristas. No estamos partiendo de cero, en el acto realizado en la UCV se pudo constatar cómo han progresado las redes entre organizaciones de diferente tipo y orientación, conscientes que nuestra carta de navegación es la defensa de la Constitución vigente, aunque violada a mansalva. Es lo que llamamos en uno de nuestros escritos, el libro azul del entendimiento, donde cabemos todos los demócratas.
No hay fórmulas mágicas ni mesías salvadores. Es un esfuerzo mancomunado y difícil, lleno de obstáculos, para ir labrando la ruta para resucitar la democracia en nuestro país y labrar un futuro de prosperidad a un pueblo sometido a las más dramáticas privaciones. Humildad y asertividad, con razón y pasión.
Deja un comentario