Rebelión celestial, por Marcial Fonseca
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El Todopoderoso vislumbró que la Hueste Celestial se descalabraría; pero quería darle una oportunidad a la humanidad. Los nombres de los ángeles desfilaban por sus ojos: Gabriel, Azrael, Ariel, Rafael, Uriel, etcétera; ¿Cuál de ellos sería el bastión?; o quizás sería mejor preguntar, cuál se apartaría del camino.
De los seis que tenía en mente, algunos serian aceptados por las tres principales creencias; otros quedarían insertos en un mundo completamente neutro, que es decir la naturaleza no humana. De ellos, el ángel Miguel seria venerado por las tres principales: la primaria, o judaísmo, y sus dos apéndices: cristianismo e islamismo.
Había, empero, otros ángeles que le solicitaron al Creador que les permitiera entronarse, o amalgamarse entre los habitantes de la tierra; el simplemente abrió los ojos, sorprendido, y ellos, los ángeles, aclararon que se estaban refiriendo a los seres humanos; que para la plantas y animales, el ángel Ariel era suficiente.
Ya Gabriel había hecho su aporte al anunciar que María tendría un hijo sin el concurso paternal, solo por la gracia del Padre, y también le reveló a Mahoma los prodigios del libro sagrado Alcorán. Miguel sería el más popular, de hecho fue aceptado por las tres corrientes religiosas: judaísmo, cristianismo e islamismo.
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A pesar de que la Hueste Celestial hacia lo que de ellos se esperaba, continuaron solicitando más contacto humano. Dios, a regañadientes, aceptó; luego de un corto tiempo, le solicitaron algo que no le gustó: los ángeles querían la mortalidad, o en resumen, querían que la muerte fuera su destino final o más claro, los ángeles querían morir, cuando fuera el momento, por supuesto.
Algo raro pasaba, pensó el Señor, y decidió enviar a su preferido, Uriel. Tres días después, este le solicitó a Dios que le permitiera morir; claro, algún día, que no había que adelantar las cosas, todo a su tiempo. El colmo, se dijo el Todopoderoso; y ya que no puedo enviar a mi hijo porque él está esperando la parusía, aparte que todavía está traumatizado de su calvario; así que tendré que ir yo mismo.
Así que antes de descender, llamó a Uriel y le pidió que averiguara dónde estaban los ángeles que habían solicitado la mortalidad. Señor, en Venezuela, la India, España, Italia y Portugal, respondió Uriel, con cierta picardía.
Dios bajó y rápidamente descubrió el motivo: los ángeles se estaban enamorando de las humanas y claramente la eternidad era incompatible con el amor. Pero no transigió; se negó a darles la mortalidad, por lo que no se enamoraban; y Satanás aprovechó la coyuntura e inundó la tierra de súcubos e íncubos; por eso es que estamos como estamos.
Marcial Fonseca es ingeniero y escritor
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