Rebotó la maleta, por Teodoro Petkoff
Por más que Chacumbele haya intentado taparear lo del maletín de Antonini, este, cual “porfiado”, se levanta una y otra vez. Piensa Chacumbele que teniendo a Isaías (a) “El Cangrejero”, ocupándose de que aquí no se destape nada, podrá escurrir indefinidamente la maleta, con su cuento de que eso es un asunto de aduanas y policía y que su gobierno no tiene nada que ver con ese guiso. Pero no contaba con la arrechera del “hermano Néstor”, quien no está dispuesto a dejar que unos dólares que salieron de Venezuela, en una maleta que llevaba un empresario venezolano, vinculado a un grupo económico venezolano de la boliburguesía, acompañado del hijo venezolano del vicepresidente venezolano de la empresa petrolera venezolana Pdvsa, le salpique el traje electoral a Madame K, que para colmo es su esposa. Ya K se ocupó de sus pillos cómplices. Ahora espera la contrapartida chavista, pero de aquí le hacen la seña del mudo. Así que mostró el tramojo. Porque lo importante en esto no es si el almuerzo denunciado tuvo lugar o no (Chávez lo negará, por supuesto), sino quien lo dice.
En efecto, el reportaje venido de Página 12, el diario más kirchnerista de Argentina y firmado por Horacio Verbitsky, que da cuenta de que Guido Antonini (a) “La Mula”, habría almorzado con Chacumbele en Miraflores, coloca el balón en la cancha chavista, justo en el punto de penalti. Para los no iniciados hay que decir quién es Horacio Verbitsky. Es uno de los más reputados y respetados periodistas argentinos, con la particularidad de que se le considera el brazo comunicacional de Kirchner. Es un importante cronista y opinador político, a quien se le atribuye influencia sobre el presidente, con el cual mantiene una estrecha relación. De modo que si Horacio Verbitsky ha publicado que Antonini almorzó con Chávez en Miraflores —citando a una fuente judicial rioplatense—, se puede inferir que de una u otra manera Kirchner estaba al tanto de tal publicación. Es demasiado delicado el tema como para pensar que Verbitsky lo tiró sin, al menos, informarlo a su amigo el presidente.
Porque involucra a Chávez mismo en el guiso de la maleta. Esta carga de profundidad, este bombazo atómico, no puede ser ajeno a Kirchner. Se comprende, además.
El Señor K se está jugando todo su plan político, que pasa por la presidencia de su esposa, como antesala de su retorno en el siguiente período. Y aunque, hasta ahora, Madame K está cómoda en las encuestas, su marido sabe bien lo volátil y tornadiza que es la opinión política de sus compatriotas.
Hará todo lo posible, pues, por impedir que el barro de los negocios sucios argentinovenezolanos, con epicentro en Venezuela, enlode los caros vestidos de marca que con tanto garbo luce la ya un tanto añejada pero todavía buenamoza Cristina Kirchner. Y si eso comporta poner en evidencia a su gran benefactor, se puede estar seguro que el chulo Kirchner lo hará. Es su escuela. En definitiva, lo que está diciendo el Señor K es que no aceptará que Chávez le deje el muerto a él solo.