Recablear el cerebro para la democracia, por Rafael Uzcátegui
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Independientemente de lo que ocurra el 10E, durante el último año la sociedad democrática venezolana ha ganado terreno, como nunca antes, para estimular en lo sucesivo una transición a un régimen de libertades, oportunidades y estado de derecho. Si miramos más allá del sesgo de negatividad (Maduro desconoció la voluntad popular y se impuso por la fuerza), podremos valorar todo el músculo político y aglutinador que hemos acumulado hasta la fecha, para actuar en consecuencia.
Los neuropsicólogos califican como «sesgo de negatividad» la tendencia humana de notar y recalcar los eventos y experiencias negativas por sobre las positivas, como explican Dharmakïti y Ratnaguna, en su libro «Kindfulness» existe una razón evolutiva para ello. Nuestros antepasados eran vulnerables a los ataques de depredadores y tribus hostiles, así como a enfermedades, por lo que para sobrevivir tenían que estar atentos a las amenazas. Estaban obligados a detectar el peligro, antes que las oportunidades, para mantenerse con vida.
Los autores explican que además de notar más fácilmente lo negativo, tendemos a recordar más las experiencias desagradables que las agradables. Las primeras van directamente a nuestra memoria implícita, lo que también nos remite a nuestra propia evolución como especie: Debido a que las experiencias negativas estaban vinculadas a lo peligroso, era más importante aprender de ellas que de las positivas.
Los autores proponen que, siendo una característica del cerebro su neuroplasticidad, podemos ejercitarlo para construir redes neuronales –»recablear el cerebro» lo denominan– que nos permitan darle mayor relevancia a notar y recordar las cosas buenas que nos ocurran.
Esto no es optimismo voluntarista, sino hechos fácticos. A continuación lo que la sociedad democrática venezolana ha logrado hasta ahora, y todo lo que el chavismo ha retrocedido
1) Vaciar al populismo de pueblo: Usualmente los fenómenos populistas abandonan el poder contando con una amplia base social de apoyo, que les permite recomponerse y retomar el mando a mediano plazo. En Venezuela, por una suma de razones, el chavismo ha perdido el soporte de las amplias mayorías, lo que constituía su mito político fundacional. Evitar esto los llevó a sostener que los resultados legislativos de diciembre de 2015, cuando obtuvieron dos millones de votos por debajo de la coalición opositora, habían sido provisionales y pasajeros. Por primera vez el liderazgo democrático logró un dato cuantitativo irrefutable sobre la condición minoritaria del bolivarianismo.
2) La narrativa de futuro de nuestro lado: Durante muchos años el chavismo logró resignificar el término «socialismo» para que amplios sectores de la población se identificarán con el término. Los días en que el discurso del bolivarianismo le hablaban a los anhelos y aspiraciones de la gente quedaron en el pasado. Por primera vez los sectores populares conectaron con las arengas de la campaña opositora, siendo la posibilidad de reunificación familiar la gran sinergia entre el liderazgo opositor y el pueblo. María Corina Machado logró proyectarse como un significante vacío que fue llenado por las aspiraciones de las mayorías. Aunque pudiera ser fortalecida mucho más, la narrativa movilizadora y esperanzadora ahora es propiedad de la alternativa democrática, no del autoritarismo.
3) La madurez política de los sectores populares: Como se demostró en Barinas, elecciones primarias, referendo esequibo y elecciones del 28J, las estrategias de recomposición de la reputación del gobierno, para que se materialice en un voto, alcanzaron un techo en el pasado y dejaron de ser eficientes. Las personas han asumido una estrategia de enmascaramiento de su opinión, donde pueden tomar lo que les ofrecen sin que eso influya en su veredicto sobre la gestión oficial. Desarrollando una «economía de la participación», como estrategia de protección, la gente actúa en momentos definitorios para expresar su deseo de cambio. A pesar de las dudas de la clase media, las amplias mayorías del país han apostado por un liderazgo unitario y severo en el cuestionamiento del gobierno, aprendiendo a buscar y compartir información en redes capilares y de confianza de distribución de contenidos.
4) El esfuerzo redemocratizante cuenta con referentes épicos, propios y recientes. En un eficiente trabajo comunicacional, el chavismo de sus primeros años se construyó una genealogía épica para dotarse de una legitimidad simbólica de origen: Simón Bolívar, Ezequiel Zamora, Maisanta, las luchas guerrilleras de los 60, el 27 de febrero de 1989 y, finalmente, los golpes de estado de 1992 y 2002 lo dotaban de un arco narrativo que fortalecían la identificación de sus fieles. Al transformarse de víctima a victimario, estas historias han sido reemplazadas en el imaginario popular por otras más recientes, protagonizadas por el movimiento de contestación: Las protestas de los años 2014 y 2017, pero especialmente el período que va de las elecciones primarias hasta las elecciones presidenciales del 28 de julio, incluyendo la rebelión popular del 29 y 30, el nuevo Caracazo. En contraposición de la deriva autoritaria del gobierno, la actuación del liderazgo opositor en los últimos tiempos ha sido intachablemente democrática.
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5) El chavismo con un boquete en su frente internacional. Por primera vez el chavismo no cuenta con un sólido frente internacional de respaldo, que venía haciendo aguas desde el año 2014 y cuya crisis, luego del fraude electoral del 28J, ha llegado a su máxima expresión. El presidente Gabriel Boric ha sembrado una bandera roja en la división de las izquierdas internacionales en su opinión sobre el gobierno de Nicolás Maduro. Las ambigüedades de Colombia y Brasil, que por inercia arrastran a México, distan años luz del apoyo mecánico del pasado. Rusia y China serán más pragmáticas que ideológicas durante el segundo período presidencial de Donald Trump en la Casa Blanca. Lo que antes era motivo de orgullo, curiosidad y expectación, retratarse con el líder del chavismo, hoy con una investigación por crímenes contra la humanidad, y luego de protagonizar un fraude electoral, serán pocos los mandatarios internacionales que se tomarán una foto con el dictador venezolano
6) El oficialismo con una severa crisis interna. La cohesión interna del chavismo está cruzada de fisuras por todos lados. Aunque digan públicamente lo contrario, puertas adentro los psuvistas saben no sólo que Maduro perdió las elecciones, sino que ha dilapidado el inmenso caudal político levantado en algún momento por Hugo Chávez. Tomando las cifras que el propio chavismo divulgó previo a las elecciones, la votación del 28J revela que más de millón y medio de personas, que constituían su piso electoral, sufragó por Edmundo González. Quienes lo hicieron, hoy vociferan públicamente contra la oposición como mecanismo de defensa contra las purgas, pero el chavismo sabe que hubo traiciones sus filas, lo que pudiera constituirse en un cisne negro para la transición.
7) La propia degradación política del chavismo. Mientras en la alternativa democrática hay un proceso de renovación de su liderazgo, tras desconocer la voluntad popular el bolivarianismo ha dejado de ser un movimiento político, basado en la representación de un sector de la población, y se ha transformado en una fuerza de ocupación del territorio. Hoy el chavismo es una coalición de gobierno, inestable, en donde sus diferentes tendencias deben protegerse, en primer lugar, de las otras. Por esta razón sus niveles de corrupción son leoninos y caníbales, lo que estructuralmente impide que puedan implementarse políticas públicas con beneficios sostenibles para la población. Robarse una elección, finalmente, dio rienda suelta al delirio de cifras y afirmaciones de gestión, por lo que la narrativa oficial ha sido colonizada por una mitomanía sin límites, que incluso hace mella en sus propios seguidores. El 28 de julio comenzó la fase terminal del chavismo.
La situación es compleja y dura, no hay que tapar la oscuridad lunar con un dedo. Sin embargo, la alternativa democrática se encuentra en su mejor posición desde 1999, con una población que ha decidido irrevocablemente cambiar. Y esto será la principal razón para la esperanza.
Rafael Uzcátegui es sociólogo y codirector de Laboratorio de Paz. Actualmente vinculado a Gobierno y Análisis Político (Gapac) dentro de la línea de investigación «Activismo versus cooperación autoritaria en espacios cívicos restringidos»
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