Reciclaje de corruptos, por Simón Boccanegra
La gran diferencia entre el gobierno de Lula y el de Chávez la demuestra el modo como ambos enfrentan la corrupción. En Brasil, Lula raspó a su jefe de gabinete, José Dirceu, «carne de su carne», y la plana mayor de su propio partido, el PT, fue destituida, al tiempo que avanza a toda mecha la investigación policial y parlamentaria; todo hecho a la luz del día, sin ocultar nada y cayendo quien caiga. En Venezuela, en medio de una borrachera de corrupción jamás vista, ni se investiga ni se sanciona y Chávez se limita a breves jaculatorias genéricas sobre la materia, sin consecuencia alguna. Peor aún, el cinismo de la gente de este gobierno llega al punto de reciclar a los acusados de corrupción que salen de un cargo. Jesús Caldera Infante, ex presidente de Fogade, quien fue destituido (que es la máxima sanción que aquí se aplica, porque a los indiciados no se les lleva a juicio), bajo graves acusaciones de corrupción hechas por sus propios subalternos, ha sido designado por el estrambótico gobernador de Carabobo, Acosta Carles, secretario de la Gobernación. No es este el primer caso de reciclaje. Ha habido varios. Puesto que no hay sanción judicial, bastan unos pocos días de perfil bajo para que luego el corrupto regrese discretamente a la administración pública en otro cargo. Pensar que la gran bandera tanto del golpista como del candidato Hugo Chávez fue la de la moralización de la administración pública. Más embarrada no puede estar.