Reflexiones, por Héctor Luis Pérez Marcano
En estos primeros días de abril de 2020 –el 9 de abril precisamente- se cumplieron 60 años de la fundación del Movimiento de Izquierda Revolucionaria-MIR. Primera ruptura e Acción Democrática-AD en la que el ala izquierda del partido fundado por Rómulo Betancourt en 1941 deslumbrada por la Revolución Cubana decidió sacrificar a la generación de relevo que ante la declinación de los “bueyes cansados” –Leoni, Prieto, D’Ascoli, Gonzalo Barrios, Dubuc, etc.- estaba destinada a tomar las riendas del partido y seguramente también ser el relevo al gobierno.
El -MIR, fundado en Maracaibo en un tormentoso mitin en la Plaza Baralt reunía lo más granado de la dirigencia juvenil del país. Dirigentes que habían sido probados en la lucha, que se forjaron luchando contra la dictadura de Pérez Jiménez. Encabezaba esa pléyade de dirigentes emergentes Domingo Alberto Rangel de profundos conocimientos económicos. Brillante orador, secundado por Simón Sáez Mérida quien tuvo el coraje de entrar clandestino al país a mediados de 1957 para asumir la Secretaría General del CEN clandestino.
Era una época en que varios dirigentes le sacaron el cuerpo a la decisión del partido de que regresaran a Venezuela a luchar en la clandestinidad. Solo Sáez Mérida y Silvestre Ortiz Bucarán quien había sido exiliado recientemente se atrevieron y se incorporaron a la lucha clandestina.
Quien escribe regresó desde Madrid en 1955 y me incorporé a reforzar a Américo Martín, Moisés Moleiro, Rómulo Henríquez, Vladimir Acosta, Jesús Ramón Carmona, Frank Peñaloza y otros como Segundo Meléndez, Mariano Rocha y Julio Cabello, que constituían la débil y golpeada juventud de AD en la clandestinidad.
En el movimiento, junto a Domingo Alberto y Simón Sáez Mérida, estaban mujeres como Isabel Carmona. Ingresaron también a finales del 57 Gumersindo Rodríguez y Gilberto Morillo.
El MIR dejó en el camino la brillantez de esa generación que algunos han llamado la “Generación Perdida”. No tuvo el MIR la paciencia necesaria para luchar contra un dirigente tan genial y hábil como Rómulo Betancourt.
Por ello fue derrotada y aniquilada como opción de relevo.
Sus dirigentes no supieron captar la señal de la Convención Nacional de 1959 en la que, en un momento dado, tuvo el respaldo de la mayoría de los delegados a dicha Convención.
El MIR, durante décadas con mucho coraje intentó repetir en Venezuela la hazaña de Fidel Castro. Allí estuvo el gran error que le permitió a Betancourt –electo por el pueblo- derrotarnos.
Así hombres y mujeres como Hostos Poleo, Carmelo Laborit, Olivia Oliva –la Comandante Olga- Moisés Moleiro, Rómulo Henriquez, Lino Martínez, Julio Escalona, Jorge Rodríguez (padre) fueron siendo molidos por ese trapiche de la historia que fue el régimen de Rómulo Betancourt.
Los graves errores de ayer pesan hoy y han influido en abrirle el camino a tortuosas opciones que han demolido la democracia conquistada el 23 de enero de 1958.
La responsabilidad del MIR, sus hombres y mujeres y su espíritu de sacrificio quedarán para siempre en la historia política venezolana. El MIR inició el derrumbe de un poderoso partido forjado también en la lucha contra Gómez y López Contreras. Después del MIR se marcharon el grupo ARS que constituyó un remedo de partido llamado PRIN. Luego otros bajo el liderato de Prieto y Paz Galarrága forjaron el MEP.
De manera tal que Betancourt terminó su mandato con los jirones del poderoso AD de 1947 y haciendo esfuerzos y desplegando su habilidad política para terminar su mandato entregándole a otro presidente electo. Esa era al final su obsesión principal.
La destrucción de AD durante los años de Betancourt, la inmolación del MIR, ha significado la destrucción de la institucionalidad democrática.
Habría que profundizar en el análisis para desentrañar algunas interrogantes.
¿Cómo fue posible que unos jóvenes dirigentes que repudiaron en 1956 la invasión de Hungría, en 1968 vibraron con la Primavera de Praga, que tenían una concepción de socialismo como un régimen en el que la libertad y la democracia serían esenciales, que en el orden económico sostenían aquello de “tanto mercado como sea posible y tanto Estado como sea necesario”, se declararan marxistas-leninistas que luchaban para imponer la dictadura del proletariado?
¿Cómo explicar que Moisés Moleiro y Héctor Pérez Marcano, en 1967, hayan criticado y mostrado su desacuerdo cuando en Cuba convirtieron en doctrina el planteamiento de Regis Debray en su libro “Revolución en la Revolución”, condensación teórica del foquismo del Ché Guevara, e inmediatamente hayan asumido lo que rechazaban incorporándose al foquismo del MIR en su Frente Guerrillero en El Bachiller y en Oriente? Eso estaba bien y le correspondía a Gabriel Puerta Ponte, Américo Silva, Carlos Betancourt y hasta un Julio Escalona que querían que el fusil dirigiera el partido y no al revés como planteó Mao.