Reflexiones sobre la fundación de la UCV: tiranía de la ignorancia, por Vladimiro Mujica
Twitter: @MujicaVladimiro
La reciente conmemoración del aniversario de la fundación de la UCV me ha puesto a pensar en lo que significa vivir bajo lo que, a falta de un mejor término, podríamos llamar la tiranía de la ignorancia. Primero Chávez y luego Maduro han execrado el conocimiento de la gestión pública y transformado lo que hace 20 años era una nación pujante, con desigualdades y desaciertos, cómo dudarlo, en el país más pobre del continente después de Haití y con una de las peores gestiones de gobierno de los tiempos modernos.
Un elemento central de la demagogia colectivista del chavismo es el desprecio por el conocimiento, la peregrina idea de que el “hombre nuevo de la revolución”, un concepto heredado del Ché Guevara, está siempre listo para aprender, valido solamente de sus credenciales revolucionarias y sin estudios que lo soporten. La destrucción del aparato científico y tecnológico de Venezuela ha sido sistemática y el ataque contra las instituciones educativas y de generación de conocimiento ha ido más allá de los peores casos de Estados totalitarios, como los países de la Europa comunista, Cuba y la Unión Soviética.
Los casos de ridículos y dramáticos disparates en el ejercicio de la gestión pública de importantes funcionarios del régimen son numerosos: las afirmaciones sobre la siembra de maticas de acetominofén; la propuesta de usar la orina como fertilizante en escala masiva; la explicación de la sequía en Venezuela por la influencia del fenómeno de El Niño; la sentencia famosa del “Comandante Galáctico” según la cual la humanidad habitaba nuestro planeta desde hace tan solo 2000 años; hasta el anuncio reciente de Maduro de la molécula DR1, no una vacuna ni un medicamento, sino una molécula, que supuestamente neutraliza al 100% el coronavirus y cura la Covid-19.
Uno podría preguntarse si las patológicas demostraciones de ignorancia de los funcionarios del régimen son accidentales o si conviene simplemente despacharlas como una evidencia de minusvalía intelectual.
Estoy convencido de que cometeríamos un grave error de interpretación al hacerlo. El régimen pretende ejercer el poder absoluto y eso quiere decir, entre otras cosas, que la oligarquía chavista puede esconder su ignorancia y desprecio por el conocimiento bajo el manto de la prepotencia y la soberbia que proviene del simple hecho de que no le deben cuentas a nadie. El desdén por el saber, la ciencia y la tecnología forman parte del diseño de la estrategia de dominación social del Big Brother chavista, el sistema de control total de la población por una nomenclatura omnisapiente y todopoderosa.
La pobreza venezolana no es un accidente ni la consecuencia de una simple mala gestión de gobierno, sino el resultado de un plan sistemático de destrucción de la economía para incrementar el control de la población. Una parte esencial de ese proceso de destrucción ha sido la transformación de Pdvsa de una compañía líder mundial en el sector petrolero a una empresa de quinta categoría, plagada de burocracia y con un ejercicio deplorable en materia tecnológica y de gestión ambiental.
Para facilitar el proceso de transformación de la gallina de los huevos de oro en un antro de corrupción, manejos ilícitos, violación de las normas ambientales, fuente de endeudamiento de la nación y proveedora de pingües ganancias y negocios para Cuba, China y Rusia, en que se ha transformado nuestra industria petrolera, fue necesario despedir y expulsar del país a miles de técnicos, ingenieros y gerentes de primera línea que dirigían la industria. El resultado está a la vista, en una dimensión de catástrofe que hasta el gobierno proxeneta de Cuba reconoce en el hecho de que su hetaira venezolana no puede seguir cubriendo el mantenimiento de su decadente economía.
Pero más allá de la destrucción, probablemente irreparable de la industria petrolera, la acción del chavismo durante más de dos décadas ha arruinado a la universidad venezolana y a otras instituciones de ciencia y tecnología como el Ivic e Intevep. Es horrendo y deprimente lo que se ha hecho con asaltos repetidos, llenos de odio al saber, que se han perpetrado contra la UDO y que han culminado con la destrucción de muchas de sus instalaciones.
Lo mismo puede afirmarse sobre la acción delincuencial realizada por bandas controladas políticamente para asaltar las instalaciones de la UC, la ULA, la USB y la UCV.
Pero es probablemente la UCV, su historia y su respetabilidad e influencia en la sociedad venezolana, lo que el chavismo ha pretendido destruir desde que se convenció de que la institución, sus estudiantes, empleados y profesores no se iban a doblegar bajo el yugo de la revolución. Quizás valga la pena recordar que en algún momento el chavismo consideró a la UCV como su propiedad y que una larga lista de dirigentes importantes del chavismo originario, entre ellos Jorge Giordani, Luis Fuenmayor, Jorge Rodríguez, Elías Jaua, Adina Bastidas, Nelson Merentes, Héctor Navarro, Víctor Álvarez y Carlos Genatios, por solo mencionar a algunos, tienen fuertes conexiones con la UCV.
Esta influencia importante no se tradujo en el control total de la institución y el chavismo se lo cobró con creces a la casa que vence la sombra, condenándola, igual que al resto de las universidades, a un limbo legal que le impide renovar sus autoridades y a un cerco presupuestario que ha reducido a una broma cruel el salario de los docentes. A esta situación trágica se le une la existencia de disputas internas importantes en el liderazgo universitario que le impiden a la UCV dirigir la batalla de las universidades contra la tiranía de la ignorancia. El resultado es una institución disminuida, el fantasma de lo que fue la maravillosa universidad donde incontables generaciones de venezolanos nos formamos y que se mantiene en pie por la aguerrida acción de quienes he llamado en muchas oportunidades los héroes ciudadanos, profesores e investigadores, entre ellos muchos de mis queridos y admirados colegas de mi Facultad de Ciencias, que han seguido trabajando bajo condiciones extremadamente difíciles, dando lo mejor de sí en el cumplimiento de sus deberes académicos.
Uno termina por preguntarse cómo gente muy talentosa, por ejemplo los incluidos en la lista que menciono arriba, apoyó en su momento al régimen chavista-madurista sin prestarle ninguna atención al proceso sistemático de destrucción del país.
Sin duda que el disfrute del poder y las posibilidades de influir ciegan a los individuos, sobre todo si se creen parte de un proyecto político que los envuelve y sobrepasa. Al final, quienes se quedaron en las filas del “proceso” o quienes lo abandonaron terminaron por ser instrumentos conscientes o inconscientes de la instalación de la tiranía de la ignorancia.
Cierro este escrito con una reflexión final. Hay una excepción a la regla del domino de la ignorancia, de la improvisación y la pobre gestión de gobierno. A saber, para todo lo que tiene que ver con control de la población, represión, espionaje, la creación de falsas noticias y la destrucción planificada de la economía de la nación, el régimen tiene las mejores asesorías y se maneja de una manera muy eficiente. Estas son las cosas que debería tener en mente el liderazgo de la resistencia democrática cada vez que sus diferencias y conflictos internos les impiden arribar a una estrategia única contra el régimen del mal, avieso y astuto, que es la tiranía de la ignorancia.
Vladimiro Mujica es Doctor en Química. Profesor emérito de la UCV y actualmente en Arizona State University. Activista en ONG.
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