Reforma agraria, por Teodoro Petkoff
Como siempre, el presidente, prisionero de su propia mitología «revolucionaria», transforma el más banal de sus actos en una gesta épica -y si encima se lleva al embajador cubano para el evento de la entrega de títulos de tierra en el sur del lago de Maracaibo, no hay que sorprenderse de que alguna gente ya esté oyendo los cascos de la caballería de Zamora retumbar sobre la llanura.
Sin embargo, en el sur del lago, el sábado pasado, lo que hizo el IAN, con la simbólica presencia de Chávez, fue entregar títulos de propiedad a dos mil y pico de familias campesinas que ocupan esas tierras desde hace años. Hasta donde sabemos, ni un metro cuadrado de tierra ocupada por ganaderos fue afectado por este típico acto de Reforma Agraria, regido por la Ley de Reforma Agraria, promulgada por Rómulo Betancourt en el Campo de Carabobo en 1961.
Se entregaron tierras «transferidas pero no protocolizadas», es decir tierras que ya habían sido traspasadas a los campesinos años atrás, sin que el IAN hubiere protocolizado la operación; también «tierras del IAN» y, finalmente, «tierras baldías». Dos clases de títulos fueron otorgados a estos pisatarios: «títulos definitivos onerosos», que implican un plazo hasta de 20 años para pagar, y «títulos provisionales onerosos», cuyos pagos comenzarán después de la protocolización. Nada distinto a lo que fue adelantado durante los gobiernos de Betancourt, Leoni y el primer Caldera, que fue hasta donde llegó el impulso de la Reforma Agraria.
Muchas voces se han oído sugiriendo que siendo el IAN el primer «latifundista» del país, lo procedente es que entregue sus propias tierras, en lugar de expropiar nuevas fincas. Pues bien, se pone el IAN precisamente a entregar SUS tierras y se arma un escándalo. Hay gente que ni lava ni presta la batea. Gente que no admite ni el más leve acto de justicia social. Uno de los dirigentes ganaderos del sur del lago admitió que se trataba de tierras de la nación, ¿a qué viene entonces esta histeria? Pero hay algo más. El sur del lago de Maracaibo tiene una historia sangrienta de luchas por la tierra, que han enfrentado a campesinos y latifundistas a lo largo de muchos lustros. En esa zona se hicieron grandes trabajos de desecación entre 1964 y 1970. Pues bien, cada metro cuadrado de tierra rescatado a las aguas fue ocupado, muchas veces a plomo limpio contra los campesinos, por terratenientes de la zona. Las mejores tierras del país (con una capa vegetal hasta de un metro de profundidad) fueron dedicadas a una ganadería irracional, literalmente de una vaca por hectárea, en desmedro de la real vocación de aquellas, que es la agrícola. Es decir, en el sur del lago hay mucha tela (o tierra) que cortar y no es tan fácil despachar el asunto considerando la reivindicación social como un atentado «comunista» a la propiedad privada.
Finalmente, ojalá que esto no se quede en el mero reparto de títulos y tierras, sino que, tal como lo pauta la vieja Ley de Reforma Agraria, el campesino sea sujeto de un programa global crediticio, educativo, sanitario y organizativo que lo ayude a ser un eficiente productor del campo. Por la responsabilidad de los campesinos no hay que preocuparse. Como lo muestran los libros del viejo BAP y del FCA, no hay mejor paga que el campesino venezolano. Tiene un alto sentido del honor, del cual no hicieron gala, por cierto, aquellos productores que jamás le pagaron a Bandagro.