Regresó, ¿y entonces?; por Teodoro Petkoff
A la hora en que estas líneas caigan bajo los ojos de los lectores ya la noticia será periódico de ayer. Regresó Chávez y, para variar, envuelto en el mismo manto de misterio y secreto que colocó sobre su humanidad desde que se fue a Cuba, hace ya más de dos meses. De madrugada y sin dejarse ver, inmediatamente se recluyó en el Hospital Militar. Este diario, por cierto, nunca cayó en ese juego de especulaciones ociosas a que se dedicó buena parte del país, gobierno y oposición incluidos, sobre la vida y la muerte del enfermo Presidente. Preferimos, siempre, esperar que los acontecimientos hablaran por sí mismos e igual haremos en este caso. No vamos a perder tiempo adivinando si el hombre está en condiciones de gobernar o no. Dejemos, nuevamente, que la vida se encargue de indicar por dónde van los tiros. Sin embargo, una cosa parece bastante probable. Chávez se juramentará un día de estos, obviamente ante el TSJ, el cual se trasladará hasta el Hospital Militar para formalizar la toma de posesión.
Inmediatamente designará gabinete, incluyendo vicepresidente, poniendo término, con ello, a la usurpación que del cargo ha venido protagonizando Nicolás Maduro, quien pasará a ser titular en propiedad del puesto y, también, eventualmente, Presidente encargado. Después de cumplidos todos estos trámites de pronto y se va otra vez a su guarimba habanera, pero, desde ese momento, con un solo correveidile, para el caso Nicolás Maduro. Por lo pronto, pues, salvo que los hados dispongan otra cosa, elecciones presidenciales no habrá.
¿Qué país encuentra el Presidente? El mismo que dejó pero peor. Se fue con un dólar a 4,30 y lo encuentra en 6,30, tal como obviamente lo había dispuesto él mismo. Pero el dólar negro continúa con sus siderales correrías. Cuando se fue existía el Sitme, pero ahora se consigue con que sus propios creadores lo diagnosticaron como «patológicamente perverso» y lo rasparon; ahora andan inventando un mecanismo que sirva para lo mismo pero que no se llame igual. Ya se sabe que esta revolución es básicamente nominalista. Muy buena para inventar nombres aunque «la cosa en sí» no sirva para nada. Se fue con una inflación que habría de cerrar en diciembre de ese año en 20,3% y regresa con una que apunta al doble, 40%, a finales de 2013. Se fue con un déficit fiscal de 18%, provocado por su empeño en reelegirse a punta de realazos, y regresa con uno de más o menos 13%, apenas si rasguñado el previo por los ingresos adicionales producidos por la devaluación. Se fue con una deuda pública de unos 200 mil millones de dólares y la encuentra un tanto aumentada. Se fue con una economía de la cual se jactaba habría crecido en 2012 en 5,5% y regresa para leer sombrías predicciones sobre un minúsculo crecimiento de alrededor de 2% para este año, que en verdad, estando por debajo de la tasa de crecimiento poblacional, no es crecimiento sino caída per cápita.
A menos que el tuteo con la Parca lo haya hecho reflexionar, para rectificar y enderezar sus propios entuertos cosa que, a priori, no se puede ni asegurar ni negar, tendremos la misma miasma. Por aquello del árbol que nace torcido…