Reinaldo Cervini, por Simón Boccanegra
Esta mañana, mientras me afeitaba, oí a César Miguel Rondón dar la noticia del fallecimiento de Reinaldo Cervini. Me sentí triste. Una amistad de casi medio siglo nos unió, pero, además, lo sentí por el país, que ha perdido a uno de sus hombres más útiles. Útil en el sentido que le daba Simón Bolívar a esa condición humana cuando decía que la gloria está en ser útil.
Reinaldo fue un empresario exitoso pero con una preocupación esencial por lo público, tanto en el sentido social como en el político. No se veía a sí mismo simplemente como un “hombre de trabajo” -que es la coartada tras la cual algunos esconden la indiferencia suicida ante lo que ocurre más allá de las paredes de su empresa- sino como un hombre que vinculaba su destino personal al de la sociedad de la cual formaba parte. No rehuyó ni la responsabilidad gremial -al frente de Pro Venezuela, de la cual llegó a ser figura emblemática en los tiempos de oro de esa asociación- ni la política –desde posiciones progresistas, como parlamentario del MAS, también en sus tiempos de oro, así como en el Congresillo que siguió a la Constituyente. Era un hombre de bien y merece el reconocimiento del país al cual dedicó sus desvelos.