Respeten a los niños, por Teodoro Petkoff
Una cosa es el debate sobre la Ley de Educación (LOE) y otra cosa muy distinta, y potencialmente muy contraproducente, transformar las escuelas y liceos en escenarios de confrontación política, corriendo, incluso, el riesgo de trifulcas, entre partidarios y adversarios de la fulana ley. De adversarios y partidarios cabe esperar sindéresis y prudencia, para no exponer a escolares y adolescentes al espectáculo de una «pega» entre uno y otro bando.
La LOE proporciona un buen pretexto para un debate fecundo. Pero un debate centrado en los asuntos de fondo, pensando, más, dicho sea de pasada, en las leyes que derivarán de esta LOE, que es una «ley marco», y en los reglamentos que darán cuerpo a los conceptos generales planteados en la ley, porque el texto mismo de la LOE es demasiado general y retórico, con poca sustancia real y algunos cuantos aspectos discutibles, pero cuya implementación depende de las próximas leyes y reglamentos.
Desde el ángulo de los adversarios de la LOE el rechazo no puede estar centrado en falacias tales como esa de que «Van a sacar a Dios de las escuelas». El carácter laico de la educación pública está establecido en Venezuela prácticamente desde los tiempos de Guzmán Blanco y la ley recoge esa tradición, remitiendo a los hogares, como debe ser, la responsabilidad principal de la formación religiosa y garantizando a los colegios de filiación religiosa el derecho a dictar clases de esa naturaleza, pero sin que la materia forme parte del pensum.
Tampoco está en discusión el concepto de Estado docente, pero es bueno alertar que tal cosa no da derecho al Estado a imponer una ideología particular, con la pretensión de formar a los educandos en una visión dogmática y unilateral del pensamiento.
Está muy distante de la realidad esa idea paranoica de que al inicio de clases van a llegar miles de maestros armados de catecismos marxista-leninistas o del «árbol de las tres raíces», para «envenenar» las mentes infantiles y adolescentes. Es completamente absurda e inviable la idea de que los padres deberán meterse a los salones de clases para «vigilar» a los maestros y, eventualmente, impedir que pelen por el «Manifiesto Comunista» para «adoctrinar» a los muchachos. Empezando, que no existen esos miles de supuestos «adoctrinadores».
En el fondo, lo realmente importante en la educación venezolana y de lo cual esta LOE, medio pajúa y gaseosa, no se ocupa, es el pésimo estado en que se encuentra la educación pública, con miles de escuelas cuya planta física está terriblemente deteriorada y subequipadas sus instalaciones, con maestros de muy defectuosa formación. La verdadera «acción afirmativa» que se debe hacer con la escuela y el liceo público, para que sus alumnos puedan entrar masivamente a la educación superior, es dotarlos de una educación de calidad, de la cual salgan estudiantes bien formados, de modo que su ingreso a las universidades y otros institutos de educación superior no esté lastrada por la deficiente –más bien, pésima– formación que hoy reciben. Esta es una responsabilidad en la cual este gobierno está raspado.