¡Retírenlas!, por Teodoro Petkoff

Si en este país no hubiésemos sufrido los efectos de la lista de Tascón ni hubieran tenido lugar los bochornosos episodios de despidos de funcionarios públicos por causa de haber firmado para el RR, ni los buhoneros hubieran estado vendiendo los CD llamados Maisanta, entonces esta cuestión de las captahuellas no tendría mayor significación.
Pero como todo eso ocurrió la posibilidad (demostrada) de que la conexión entre las captahuellas y la máquina de votación permita establecer secuencialmente cómo votó cada quien, es inaceptable. El secreto del voto es una condición sine qua non en los procesos electorales democráticos.
Un militar, un empleado público, un contratista con el gobierno, sabiendo que se puede detectar su voto, estaría siendo obligado a votar por los candidatos oficialistas, so pena de ser sometido a consejo de investigación, o de perder el puesto, o de ser sacado de la nómina de contratistas.
En ese caso, lo más probable es que se abstenga, si es que no opta por sufragar obligado por su propia condición, en cuyo caso se puede predecir cómo sería su voto.
De allí que en esta situación la solución más viable y sencilla para este impasse es la eliminación de las captahuellas.
Estas no son indispensables para el proceso, ni siquiera son necesarias. El acto comicial puede desenvolverse perfectamente sin ellas. El argumento para su utilización es el de impedir que una misma persona vote varias veces, pero está históricamente demostrado que quienes votan más de una vez constituyen una cifra desdeñable, de modo que para recuperar un tanto la averiada credibilidad del sistema electoral bien vale la pena correr ese pequeño riesgo (que, por cierto, favorece al oficialismo pues quién sabe cuántos doble y triple cedulados de la misión «Identidad» pueden existir).
El CNE tiene que considerar con ánimo positivo la eliminación de las captahuellas porque quienes la solicitan son precisamente los partidos políticos que han desafiado la fuerte corriente abstencionista hoy existente y han asumido la opción electoral sin titubeos. Son los mismos partidos que pacientemente han tejido con el CNE el conjunto de condiciones para garantizar la mayor transparencia posible en el acto electoral. Han demostrado una real voluntad de participación y nadie podría acusarlos de que estarían utilizando lo de las captahuellas como coartada para retirarse del proceso.
Los recientes acuerdos entre el CNE y los partidos constituyen la demostración de que en ambas partes ha existido disposición a crear las condiciones adecuadas para el acto electoral. Sobrevenida a última hora esta situación con las captahuellas, el CNE, visto que el uso de esas máquinas no es un requisito indispensable para la votación, tiene que tomar rápidamente la decisión de eliminarlas. Es cuestión de sentido común.