Revés sí, debacle no; por Teodoro Petkoff
Bueno, a esto no hay que darle muchas vueltas ni fabricar eufemismos. El chavismo ganó y la oposición experimentó una derrota grave, se podría decir, desde el punto de vista de pérdida de posiciones en el mapa, pero en la votación global los venezolanos continuamos divididos en los mismos dos grandes bloques. Uno, el del chavismo, entre el 50 y 55% del electorado, y otro, el de la oposición, entre el 45 y el 50% de los votantes.
Los resultados de la elección presidencial del 7-0, 55% a 45% a favor de Chávez, se repitieron el 16-D: nuevamente 56% a favor del chavismo y 44% para la oposición, es decir, no arroparon. En las cuatro elecciones anteriores (2007, 2008, 2009 y 2010), la distribución había sido prácticamente mitad y mitad, con dos victorias por lado en términos de votos. En la práctica, pues, continuamos divididos en dos mitades, con una polarización que ha venido cediendo lentamente, haciéndose menos intensa.
En el curso de los últimos años el chavismo ha venido mostrando una tendencia decreciente, lenta pero sostenida, y la oposición un avance, también lento pero sostenido. La situación varió un poco el 7-0 y el 16-D. La cosa, pues, es medianamente fluida. Hay por delante eventuales elecciones presidenciales en 2013 (dependiendo de la salud de Chávez), elecciones para alcaldes el mismo año; parlamentarias en 2015, nuevamente gobernadores y alcaldes entre 2016 y 2017, y presidenciales en 2019; suponiendo que todo quede como hoy, cristalizado en el tiempo, cosa difícil que ocurra, sobre todo desde el punto de vista de los eventuales resultados.
Por otro lado, tanto en octubre como en diciembre, puede constatarse cuánto ha envilecido la fementida «revolución» la vida política y electoral del país. Nunca, y seguramente en ninguna otra parte (tal vez en Zimbabue), un partido en el gobierno ha utilizado el poder a su favor en forma tan descarada, ventajista y abusiva como lo ha hecho el chavismo. Ganó, ciertamente, pero con toda clase de trampas y artimañas, utilizando los dineros y las instituciones públicas de un modo absolutamente inmoral e impúdico. Probablemente habría ganado también, si se hubiera comportado, digamos que decentemente, pero con un margen significativamente menor. No es un consuelo tonto sino la comprobación de un hecho.
La oposición ganó sólo en tres estados pero conquistó once capitales de estado (Maracay, Valencia, Barquisimeto, Maracaibo, San Cristóbal, Mérida, Ciudad Bolívar, Barinas Coro, La Asunción y Puerto Ayacucho). No es poca cosa, porque en el conjunto están prácticamente casi todas las ciudades más importantes del país. Ahora, pues, es cuando hay vida. Y como decía el filósofo Yogi Berra: el juego sólo se acaba cuando se termina. Ahora bien, la oposición, seguramente tendrá mucho sobre lo cual reflexionar y discutir. Obviamente, lo único que no puede entrar en debate es la Unidad, pero todo lo demás, incluso lo que podría llamarse la «remodelación» de ella, está sobre el tapete.
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