Richard Blanco, por Simón Boccanegra
El prefecto de Caracas, Richard Blanco, está siendo víctima de una jugarreta tribunalicia tan baja como la que, guardando las debidas proporciones, se aplicó a Simonovis, Vivas y Forero. Lo primero fue acusarlo de un delito que no cometió la supuesta agresión a un agente policial; seguidamente, se le mantiene preso no sólo contra todas las evidencias que demuestran su inocencia sino también contra el propio COPP, que ordena juicio en libertad en casos como el que se utilizó como pretexto para encarcelarlo. En el supuesto negado de que Richard hubiera agredido al agente, le salía la misma medida, juicio en libertad, que se aplicó al único patotero detenido de aquellos que enviaran al hospital a varios periodistas de Últimas Noticias. Pero, encima de esto, el agente policial supuestamente agredido se ha negado a declarar como «agraviado», de manera que ni siquiera existe una acusación de parte. No hay que extrañarse de ello; el video muestra claramente que Blanco intervino para salvaguardar al agente del ataque que algunos manifestantes pretendían emprender contra él, de modo que podría presumirse que el policía, de algún modo, agradece la oportuna acción del prefecto y se niega a participar del aplique del cual se le quiere hacer víctima. Aunque tiene apenas meses preso, la «filosofía» represiva si podemos llamarla así, que se le aplica es la misma que la jueza Marjorie Calderón utilizó para condenar a treinta años de presidio a Simonovis, Vivas y Forero. Es la deshumanización de la justicia, su subordinación a bastardos intereses políticos, en el altar de los cuales toda la normativa del estado de Derecho es sacrificada sin contemplaciones, para complacer la voluntad del Jefe.