Riñones de dinosaurio, por Simón Boccanegra
Aristóbulo y Marisol Plaza, la procuradora, andan de mal humor. Están empeñados en criminalizar y hacer punibles los más elementales actos políticos de oposición.
El antiguo sindicalista magisterial inventó ahora lo del “golpe social”. Toda denuncia sobre una calamidad social, dice el otrora luchador social Aristóbulo, no sería otra cosa que parte de un golpe. Hablar de niños de la calle, por ejemplo, es golpismo del más torvo. La procuradora no es menos fecunda y original. Por ahí tiene en el horno una ley que parte de una consideración asombrosa:
no debe haber actos públicos en zonas “polémicas”.
Estas serían aquellas donde campean por sus fueros grupos armados oficialistas: convocar un acto en tales áreas sería una provocación para esos guerreros. El derecho que el Estado debe garantizar no es el que establece la Constitución, de manifestar libremente, sino el de los grupos armados de atacar a quienes los “provocan” con su mera presencia. Se necesitan, realmente, unos riñones de dinosaurio y de dinosauria para poder excretar tales prodigios jurídicos.