Río 2007: fracaso es el nombre del juego
En 1999, después de los Juegos Panamericanos de Winnipeg (Canadá), en los cuales nuestro país ocupó la octava casilla, con sólo 7 medallas de oro, Chacumbele, quien todavía podía delirar impunemente sobre el futuro, dijo que esa había sido la última participación de nuestros deportistas bajo el signo de la Cuarta República pero que en los siguientes –Dominicana 2003, Río 2007– ya se verían los efectos de su gran revolución. Pronosticó un gran salto. En efecto, en Dominicana, los hechos, aunque modestamente, hicieron pensar que el deporte venezolano había comenzado su escalada hacia los primeros lugares de la clasificación continental. Quedamos de sextos, con 16 medallas de oro. Chacumbele exultó y todos los que amamos el deporte también. Pero, ahora, en Rio 2007, después de ocho años de “revolución”, volvimos al octavo lugar, con apenas diez oros, seis menos que en Santo Domingo. Estamos estancados; siempre moviéndonos entre el sexto y el octavo puesto.
Si esto fuera un verdadero cambio social, el deporte habría sido uno de sus principales beneficiarios. Pero esta es la misma rutina de siempre. Para el Estado venezolano, ahora como antes, el deporte no es una prioridad. Ni el de alta competencia ni el masivo, sin el cual el primero siempre será mediocre, dependiendo de figuras aisladas y no del conjunto.