Rosendo, por Teodoro Petkoff
El general Rosendo quedó muy bien parado en su interpelación. Primero que nada, evidenció una saludable condición institucionalista. Varias veces, mediante cartas, como amigo y no como adulante, le advirtió al Presidente de los errores que se cometían, sugiriendo las necesarias rectificaciones. No fue oído. Al contrario, es obvio que pasó a ser sospechoso y por ello se le excluyó de la Red Tiburón. También quedó claro que, a pesar de ello, no se puso a conspirar y, además, en demostración de lo que es la «obediencia debida», desacató la orden de activar el Plan Ávila, perfectamente consciente de que aun siendo éste, en principio, un dispositivo disuasivo, las tropas (no entrenadas para manejar el orden público) podían causar tremendos daños a la población. Pero Rosendo, por añadidura, no dejó hueso sano. El vicepresidente, el fiscal y varios diputados y dirigentes del MVR fueron señalados como promotores de la movilización de los círculos bolivarianos en tanto que arietes represivos contra los trabajadores de Pdvsa, en un caso, y contra los manifestantes del 11A, en otro.
Esto, desde luego, tendrá que ser incorporado al expediente del 11A, para ser judicialmente procesado, pero, por lo pronto, políticamente, la posición de los mencionados por el general Rosendo ha quedado seriamente comprometida. Además, nuevamente ha sido puesta en tela de juicio la verdadera naturaleza de los círculos bolivarianos. La creación de éstos ha sido justificada, hasta ahora, como la de organizaciones «sociales», no políticas, de rango constitucional. Ayer, sin embargo, Chávez dijo que se trata de organizaciones de base del MBR-200 y llamó a su multiplicación. A confesión de parte, relevo de pruebas. El Presidente ha confesado que desde el Gobierno se está organizando un partido político, solapando partido y Estado dentro del mejor (o peor) estilo totalitario. Esto es gravísimo e inaceptable. Aquí hay malversación de fondos, peculado de uso, ventajismo y abuso de poder. Y no es sólo el vicepresidente, ahora ministro del Interior, quien organiza desde Miraflores los inefables círculos. Es el propio Presidente quien lo hace. ¿De qué rectificación de errores estamos hablando? Ante medio país incrédulo y desafiante, en el Gobierno parecieran estarse imponiendo otra vez los criterios más talibánicos, que, lógicamente, avivan, en lugar de aislar, posiciones golpistas. Es la enésima demostración de que los extremos se tocan.
Los escasos signos de rectificación están comenzando a ser ahogados por el sectarismo y la prepotencia. La mejor muestra de ello es la Comisión de Diálogo, casi muerta al nacer, arponeada por el horrendo sectarismo del PPT y otros talibanes allí presentes. El infernal mecanismo que nos llevó al 11A está empezando a rodar nuevamente.