Sacarse la cédula en Venezuela es un reto a la paciencia
Desde la madrugada, la gente conforma largas colas para sacarse la cédula en una jornada que puede ser maratónica para algunos
Desde que se anunció el ‘operativo pre-electoral’ para sacarse la cédula en el Saime, las multitudinarias colas de personas no se hicieron esperar en las sedes habilitadas para llevar a cabo ese proceso. Y no es para menos: después de ocho meses cerradas por el tema de la covid-19, muchas son las personas que aprovechan la reapertura de las oficinas del organismo adscrito al Ministerio de Interior y Justicia para tramitar le importante documento.
La creencia que al pasar el tiempo las filas de interesados en sacarse el documento de identidad -y solo ese, porque los pasaportes no entraron en el operativo- iban a disminuir, está totalmente alejada de la realidad. Gregorio Poleo* lo vivió en carne propia a mediados de noviembre cuando fue al Saime para poder gestionar el cambio de su cédula por deterioro.
Somos amigos desde hace algunos años y le pregunté cómo había hecho para sacarse la cédula, ya que tenía que ir a renovar mi documento porque está bastante golpeado tras casi 10 años de habérmelo sacado durante un operativo móvil. Para que yo fuera preparado, me contó su odisea.
Gregorio se levantó temprano el lunes, ya que su último número de cédula coincide con el criterio establecido por el Saime: ese día solo pueden tramitarlo aquellas personas cuyo dígito final en el documento termine en 0-1-2-3. El fin de semana anterior, al recordar que la fecha tope para hacer el trámite es el 4 de diciembre, escogió acudir a la sede de este organismo ubicada en La Trinidad.
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Él tenía en la mente que esa oficina acudía poca gente porque al estar retirada de las vías del transporte público, los interesados prefieren ir ir a lugares como Plaza Caracas o Los Ruices, donde las colas de personas son de nunca acabar.
A las 5:30 am tomó un taxi y llegó al centro comercial La Trinidad, cerca de la zona industrial del referido sector del municipio Baruta. Al llegar, a eso de las 6:00 am, su primera sorpresa fue ver la gran cantidad de vehículos en esas calles que por lo general están vacías, junto a la larga hilera de personas que se extendía alrededor del edificio. Aunque todos tenían su tapabocas, muy poco se respetó el principio de distanciamiento social fuera de la oficina del Saime.
Lo primero que tuvo que determinar Gregorio fue cuál era el final de la cola porque la aglomeración de la gente hacía que se confundiera. Allí supo que no era una, sino dos: la destinada a la tercera edad y la otra para los demás ciudadanos. Luego de caminar y encontrar al último de la fila, se puso a conversar con las personas que estaban cerca de él.
Una señora relató que venía de Guarenas y explicó que en la sede del Saime ubicada en la ciudad-dormitorio aplicaban el mismo procedimiento de las dos colas. Además, señaló que llegó de madrugada y ya había gente esperando, así como también agradecía que hubieran árboles y palmeras que los cubrieran del sol -que ya estaba saliendo en ese momento- porque cuando las horas pasaran, el calor se haría más insoportable. Y no se equivocó en ese vaticinio.
Ese cuadernito le recordó cuando hubo esa época de escasez fuerte en Venezuela de alimentos de primera necesidad como harina de maíz, pasta dental y otros productos. La gente se anotaba para guardar un orden en la cola.
Momentos después un cuaderno apareció entre los que estaban haciendo la cola, para anotarse en una especie de «lista» y así impedir que otras personas se colearan. Al final, ese cuaderno desapareció y no se supo más de él, dejando más de dos centenares de números de cédulas anotados sin saber el destino y el uso que le darán.
Como a las 7:30 de la mañana, un funcionario del Saime empezó a hacer un «reconocimiento» para saber hasta dónde llegaba la cola. Tardó como 20 minutos o más en pasar nuevamente por el punto donde Gregorio estaba, que era como a unos 150 metros de la entrada al centro comercial. Ya para entonces lamentaba no haberse llevado un banquito portátil.
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Después de bajar, volvió con otra trabajadora del Saime, quien con una carpeta anotaba lo mismo que estaba en el cuaderno desaparecido. Nombre y número de cédula. Además, verificaba el estado del documento y la fecha de vencimiento del mismo y anotaba un orden establecido. en ese momento alguien preguntó a los funcionarios si iban a atender a todos y éstos les respondieron educadamente que «hasta el último en la cola» iba a tener su cédula.
rato después y ante una amenaza de lluvia que no se concretó, permitieron el ingreso al centro comercial para hacer la cola dentro, mientras daban ingreso a cuentagotas de las personas de la tercera edad, a quienes se les dio la prioridad.
Los cuentos que permiten hacerte el mapa
Ese «madrugonazo» que vivió Gregorio empieza a hacer mella en él y en el de la gente que le acompaña. Para mantenerse despiertos, comienzan a charlar. Un señor, que también venía de Guarenas, relató que había acudido en otras oportunidades a sacarse la cédula en esa sede del Saime, no recordaba que se formaran esas colas.
«Yo vivía antes en La Trinidad, pero me mudé para Guarenas porque allí tengo mi empresa. Cuando he venido a sacarme la cédula, salía rapidito de aquí. No había tanta gente», comentó. Agregó que el documento lo tenía vencido desde 2018 pero no había podido ir a renovar.
Parados en el estacionamiento en una cola que daba la vuelta al centro comercial, algunos optaron por sentarse en el pavimento, en muritos o en las pocas escaleras que hay en esa zona. Una joven calificó como «despelote» el hecho que se permitiera la entrada de personas al lugar y no estuvieran pendientes de organizar de nuevo la cola, ya que la fila se desorganizó. Otros, por su parte, confiaban en la lista que los funcionarios del Saime anotaron. «Cada quien sabe su número», dijo un hombre que estaba en cuclillas con los ojos cerrados.
Al final la gente se organizó recordando quién tenían delante. Mientras eso pasaba, Gregorio alcanzó a escuchar que en el Saime de Plaza Caracas la concurrencia de gente era más porque al parecer daban 1.000 números para atender a la ciudadanía.
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Un hombre de la tercera edad, que se puso a hablar con Gregorio mientras comía un cachito, le comentó que era la tercera o cuarta vez que acudía a esa oficina para retirar su cédula, pero que se lo negaban porque al parecer tenía problemas con las huellas en el sistema. Incluso, relató que la funcionaria de la taquilla donde se retira el documento le mostró el monitor donde arrojaba el mensaje «huellas en verificación».
«Es inaudito», decía el sujeto con un tono entre broma y serio. «Aquí no le resuelven a los ciudadanos. ¿Cómo voy a mentir que soy yo, si fui el que se sacó la cédula?», subrayó mientras daba un bocado.
Por fin, llegando a la oficina
Gregorio Poleo llegó a las puertas de la oficina del Saime cerca de la 1:30 pm, tras haber pasado casi seis horas en cola para tramitar la expedición de un nuevo documento. Cuando escuchó su nombre, sintió que había logrado el cometido.
Dentro de las instalaciones del Saime sí estaban organizados con las medidas de bioseguridad y el distanciamiento social. Una persona cercana a Gregorio estaba chateando por su celular, cuando la funcionaria del Saime -la de la lista matutina- dijo en lata voz que estaba prohibido el uso de los teléfonos dentro de las oficinas «porque la señal de los equipos móviles interferían con la señal del servidor«.
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A pesar del regaño, mi amigo me dijo que la cola dentro avanzaba relativamente rápido gracias al trabajo de las cuatro estaciones en funcionamiento para tramitar la cédula. Al llegar al escritorio del funcionario, éste le trató de forma cordial. Le preguntó su número de cédula, sector donde vive, dirección de habitación y un número telefónico.
Después de ello, procedió a colocar sus manos en el captahuellas dispuesto para hacer la «reseña» y tomar las huellas digitales de Gregorio. Primero los cuatro dedos de la mano derecha, luego los de la izquierda y después ambos pulgares. Tras este paso, le pidieron que estampara su firma en un dispositivo digital.
El trabajador del Saime le indicó que podía recoger su documento entre jueves y viernes a partir de las 10:00 am.
Cuando Gregorio salió, ya eran las 2:00 pm. Creo que fue afortunado.
*El nombre utilizado es ficticio debido a que la persona no quiso ser mencionada