Sálvese el que pueda, por Simón Boccanegra

En medio de este maremágnum político están ocurriendo otras cosas en la sociedad real que, por razones no tan obvias, pasan por debajo de la mesa. Ayer, en un barrio de Puerto Cabello, fueron linchados, de un solo viaje, cuatro delincuentes. Con eso llegan a diez los asesinados por Fuenteovejuna en el estado Carabobo, según informan las «autoridades». Hay que entrecomillarlas porque es precisamente el colapso de las autoridades policiales y judiciales lo que explica este salto atrás a la barbarie. La misión de la OEA registró también, no sin estupor, la situación existente en seis estados con los llamados grupos «Exterminio». Inicialmente, estos organismos parapoliciales fueron legitimados por la tolerancia benévola de la ciudadanía. En esto reside la gravedad del asunto. No querer oír los disparos de los exterminadores, encogerse de hombros ante los linchamientos («un hampón menos, ¿a quién le duele?»), es parte de la quiebra moral de la sociedad. Es lo que llaman anomia. No hay valores. A toda velocidad vamos hacia la ley de la selva: sálvese el que pueda.