Sanoja el memorioso, por Simón Boccanegra
Memorioso pero también memorialista, porque, a diferencia de aquel Irineo Funes, quien, según Borges, su inventor, recordaba pero no pensaba, Sanoja unía a su prodigiosa memoria una amplitud y profundidad en el análisis que le llevaba, por ejemplo, a empatar acontecimientos lejanísimos en nuestra historia, con otros recientes y establecer penetrantes analogías para comprender la venezolanidad. Pocos como él hurgaron tan adentro en nuestro acontecer político contemporáneo —el grande y el de la anécdota pequeña—, sobre el cual, felizmente, pudo dejar, ya lista para la edición, su opus magnum, la monumental historia de esa Venezuela que, al decir de Mariano Picón Salas, nace al siglo XX con la muerte de Gómez. Es a este periodo al cual dedicó Jesús Sanoja su postrer gran esfuerzo intelectual. Recordarlo (verbo que, como dijera Borges, hablando de Funes el memorioso, el único que podía usarlo con toda propiedad ya no está) es dejar que estallen en la cabeza, como fogonazos, los retazos de una vida intelectual que nunca se apartó de los ideales de justicia y libertad. Aquella Tribuna Popularde 1949, donde Sanoja, que no llegaba a los veinte años, publicaba unos textos herméticos, que sus lectores de entonces no alcanzábamos a entender; aquella UCV del perezjimenismo, en San Francisco –donde la Juventud Comunista se daba el lujo inverosímil de tener en Rafael Cadenas a uno de sus oradores, y en Héctor Mújica a uno de sus líderes–, de la cual el poeta Sanoja no podía sino salir preso y aventado al exilio a raíz del romántico episodio del toque de la campana. Todo se atropella en la memoria: la Cárcel Modelo, Tabla Redonda, Clarín, El Venezolano, Qué, Deslinde, la miríada de seudónimos que debió utilizar en la “gran prensa”, para no dar descanso a su pluma insomne. Vencido por un cáncer implacable, el sábado pasado sus compañeros y amigos lo dejamos al lado de su entrañable Gustavo Machado.