Sargento Topocho, por Eduardo López Sandoval
Los topochos, ante las duras condiciones del trópico, la ventolera de febrero-marzo y el inclemente sol de la sabana del Llano, se presentan firmes, tiesos, erguidos, fijos, asegurados, rectos, enjutos.
Su vestir de hojas verde militar son como banderas que flamea ante el viento.
Así, los milicianos, ante la dura realidad del hambre, la ventolera de la falta de remedios de décadas y el inclemente sol de la escasez de alimentos y gas doméstico, se presentan firmes, tiesos, erguidos, fijos, asegurados, rectos, enjutos.
Su vestir de uniforme verde militar son como banderas que flamea ante el viento.
Así, firme ante la brisa, allá en la esquina está el sargento Manuel Julián Antonio, Francisco José Gregorio Pérez Rodríguez González Hernández, con la mirada por encima de los desvencijados lentes bifocales, que por malogrados por el tiempo los sostiene con una cinta tricolor tejida alrededor de su canosa nuca, y por indispensables para avizorar los huecos de la calle por donde camina.
Ese mirar fijo por encima de las lupas de vidrio que son sus rayadas gafas, en una fotografía de perfil del personaje, vista desde el exterior, puede ser leída como que el Sargento está viendo detenidamente algo, pero que nosotros, en Venezuela, sabemos que no está viendo nada. Sin ser falto de cordura tiene la mirada inequívoca del loco: todos sabemos que no está viendo a ninguna parte. Así es el caminar del miliciano, por muy veloz que parezca, o lerdo, o incluso exacto al ritmo de la generalidad de los caminantes de la calle, todos sabemos que no va a ninguna parte…
El estar rectos ante el viento, el verde oliva de sus hojas y de su uniforme, la brisa que le hace banderear su vestir, es el más exacto símil. Pero la metáfora se agota cuando vemos que la mata de topocho produce y el miliciano no produce nada: biológicamente es un parásito. El topocho se dobla ante la producción de un buen racimo, el miliciano no se dobla nunca para producir nada. Nunca nada.
(Vale este paréntesis, la Real Academia de la Lengua, acerca del término parasitar nos dice: “Dicho de un ser vivo: Utilizar como alimento a otro ser vivo sin llegar a matarlo.”. Tal cual…)
Todas las matas de topocho producen frutos de topocho, los cuales en su conjunto se llaman racimos, que naturalmente están divididos en porciones a las que se les llama manos, por lo similar a esta extremidad del humano. A la unidad de este fruto presente en todos los espacios de esta Venezuela Bolivariana se les llama dedo.
Los milicianos no están para producir un dedo de topocho, los militares en general, tampoco.
Pero la metáfora puede seguir, el sueldo que les paga el Gobierno, por no hacer nada, apenas les alcanza para comprar unas cuantas manos de topocho para acompañar la segura caja CLAP que los subalimenta.
Los milicianos pertenecen a un partido político al cual juraron pertenecer hasta la muerte. Y están cumpliendo, en tanto están muriendo y siguen fiel a su Partido, ahora debajo del verde oliva de su uniforme llevan una franela roja que es la misma franela blanca de toda su vida. Recuerdan sin añoranza su himno, “Adelante a luchar MILICIANOS a la voz de la REVOLUCIÓN…”, sin añoranzas porque ahora es cuando son MILICIANOS y REVOLUCIONARIOS. Lo que sí deben sentir algunos, -los menos-, en lo más profundo de sus conciencias, es que no van ADELANTE a LUCHAR por nada…
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