Se abrió una rendija, por Simón Boccanegra
Lo que probablemente hizo al Gobierno pensar mejor su estrategia ante el paro empresarial fue el fiasco del acto en el Meliá. Claramente concebido para dividir al empresariado, lo que salió fue un flaicito al pitcher. Aparte de unos cuantos empresarios que fueron por sus propios pies y unos pocos hombres de negocios partidarios del Gobierno, que, obviamente, participaron sinceramente, la mayor parte de los asistentes fue literalmente extorsionada para que asistiera. Todo el que brega un crédito en Bancoex, en el Industrial o licita para asfaltar una carretera, fue conminado a asistir. A los gobernadores les fue pedida una cuota, que los más entusiastas apenas cubrieron en un tercio. A quien le pidieron 200, logró reunir 60. Y con todo eso, el acto, empresarialmente hablando, fue poco significativo. De hecho, fortaleció a los organismos gremiales de la economía. Pero fue útil aunque no sea sino por el discurso de Alberto Arapé, de la televisión por cable, quien, justamente porque no se dedicó a jalar, propuso ideas para destrancar el juego. De allí, probablemente, salió la designación de José Vicente como negociador.