Se fue Colin Powell, por Simón Boccanegra
Renunció Colin Powell. Se veía venir. Las razones personales que ha aducido son irrelevantes. La verdad verdadera es que Powell, un hombre decente, un estadista, una persona equilibrada y de mente amplia, desentonaba en esa jaula de orangutanes que es el gobierno de Bush. Obligado a ejecutar y defender una política con la cual eran visibles sus desacuerdos, hace poco comentó, no sin amargura, el desairado papel que representó en las Naciones Unidas al hacerse vocero de la estúpida mentira sobre las armas de destrucción masiva en Irak. Seguramente las cancillerías europeas lamentarán la ausencia de la única persona con la cual se podía mantener un diálogo civilizado en esa jauría hidrofóbica que compone el gobierno norteamericano. Alguien comentó en EEUU que este segundo periodo de Bush habría de marcar un viraje hacia la derecha más retrógrada en su país.
Todavía no hemos visto nada, pero el debate entre los neoconservadores es sintomático. Unos, los “originalistas”, proponen volver a la Constitución original, eliminando todas las enmiendas que la han ido poniendo a tono con cada tiempo nuevo. Otros, los “construccionistas”, lo que quieren son nuevas enmiendas, pero inspiradas por Torquemada. Menos mal que esta pesadilla dura sólo cuatro años y en Estados Unidos, siempre al final impera el sentido común de su gran tradición democrática.