Se la comió Dilma Rousseff, por Simón Boccanegra
La señora Rousseff, nueva presidenta de Brasil, sinduda alguna que no va a cambiar las orientaciones fundamentales de la política económica y social que hereda de Lula. Así como Lula no hizo olas con lo que recibió de su antecesor, Cardoso, bien seguro que la Rousseff también dejará que lo que va bien siga bien y no se pondrá a experimentar con alternativas inciertas. Es pues, bien difícil imaginarla en ejercicios ultrosos.
Pero, en política exterior tal vez haya alguna que otra reorientación significativa. Por lo pronto, su estupenda declaración contra la lapidación de mujeres en Irán, la cual calificó, con toda razón, de «práctica medieval», tal vez anuncia un cambio en la relación entre el gigante suramericano y la teocracia persa, dado que esta última no acepta cuestionamientos de sus conductas y quién sabe cuál será su reacción. Se nota que para Rousseff hay principios y valores que privan por sobre consideraciones geopolíticas de dudosa pertinencia. Pero para algunas viejas luchadoras feministas venezolanas, que una vez emplacé por sus nombres, y a las cuales su condición chavista les ha puesto un bozal en la boca, la declaración de la presidente Roussef (cuyo currículum de luchadora de izquierda no lo tienen ni de lejos ninguna de las señoras de acá) debiera, si es que todavía le queda algo de vergüenza, sacarles aunque sea un gemido de protesta contra la bestialidad del gobierno del «hermano» Ajmadineyad. Por lo pronto, este minicronista se quita el sombrero ante Dilma Rousseff.