Se «renueva» el TSJ, por Simón Boccanegra
Bueno, ya coronó el “Cacharro” Carrasquero lo que ni en sus ensueños más delirantes habría imaginado: llegar al TSJ. Sus servicios han sido adecuadamente recompensados. Llenaba perfectamente el único requisito que se pedía, según Pedro Carreño, para acceder a la magistratura: ser un obediente y seguro servidor de Yo el Supremo. Con el “Cacharro” no había ningún peligro de que el régimen se autogoleara. Su paso por el CNE despejó cualquier duda que pudiera tener el Gran Dedo.
Allí hizo lo que se esperaba de él… y más, y por tanto merecía que se le ungiera. Seguramente su primer discurso será para declarar su absoluta “imparcialidad”, garantizando, no faltaría más, la mayor “tramparencia” en el cumplimiento de sus delicadas funciones. “Tramparente” será, sin duda alguna, porque el entrenamiento en el CNE lo dejó amolado. Ahora, de Carrasquero no se puede negar que posee credenciales académicas y jurídicas —que no fueron las que lo llevaron al puesto, porque bastaba solamente el hierro del MVR pero, en todo caso, las tiene. Sin embargo, lo de Luis Velásquez Alvaray es de apaga y vámonos. Este sí es verdad que llegó sin ninguna otra credencial que sus habilidades de tinterillo.