Se va la audición, por Laureano Márquez
Cuántas cosas se nos escapan este domingo a las 12 de la noche. Cuántos recuerdos. Historias de vidas paralelas que acompañaron nuestra manera de ser, motivaron nuestra forma de estar descontentos y nos hicieron reír. Es como si Dios adelantase una suerte de fin de mundo particular en esa realidad paralela en la que Eudomar Santos, la señora de Cárdenas, Gómez y hasta el mismísimo Bolívar existen. Porque Venezuela sin RCTV es, sin duda, un poquito menos Venezuela.
El lunes pasado, al escuchar a Cayito Aponte cantar, en el último programa, el tema de despedida de Radio Rochela, me invadió la nostalgia propia del adiós y de la despedida.
No creo que haya un venezolano que no haya reído alguna vez con “La Gran Cruzada del Buen Humor”, que era el nombre original con el que Don Tito quería sacar al aire el programa.
Alguien le aconsejó que “Rochela” le venía mejor por ser más venezolano. Y vaya si lo es: Hasta en sus tragedias más dolorosas, este país es una rochela.
Con retazos de Rochela también puede reconstruirse nuestra historia. Dime de qué te ríes y te diré qué clase de pueblo eres. Recuerdo una parte de mi vida en que el país se me hacía interesante sólo en términos de que constituía materia prima para la sátira del lunes siguiente. Frente a cada acontecimiento me preguntaba: ¿Cómo lo verá la Rochela? Años después, ya trabajando en el programa como libretista y actor, me di cuenta de que en un país como el nuestro, la parodia es el recurso humorístico por excelencia: Manteniendo el guión y sólo cambiando a los actores, puede conseguirse un efecto cómico extraordinario. Radio Rochela también era una manera de vernos a nosotros mismos, de evidenciar nuestra falta de gravedad ante la vida.
Por eso se nutrió siempre de la calle, transformando al venezolano común en personaje, obligándonos a reírnos de nosotros mismos, que es la forma superior de inteligencia. Y es que también de humor están hechas nuestras utopías, como bien lo sabía Santo Tomás Moro.
Este domingo, entre gallos y media noche (hora predilecta para el crimen), seremos –todavía más– un poco menos, cuando los humores de uno solo nos impongan sus propias razones para la risa y para el llanto. Este domingo en la noche me dedicaré a pensar en un país amable y generoso que se está despidiendo de nosotros. Un país que nos permitía, al menos, reconocernos en el otro y vivir sin que los odios gobernaran nuestras acciones. Un país en el que había la posibilidad de salir de abajo sin que en la negociación entrara la conciencia y el futuro no era edificado sobre el estiércol de la venganza.
Habiendo tantas razones para el pesimismo, no sé por qué razón (quizá sea la fuerza del humor), me invade la certeza de que más pronto que tarde, el alma indómita del venezolano, forjador de libertades, renacerá como ave fénix de sus cenizas. Cuando ese tiempo llegue, tendremos nuevamente Rochela todos los lunes a las ocho y nos reiremos libremente de nuestros gobernantes, como lo hemos hecho siempre, evitando la lamentable tragedia de que sean ellos los que se rían de nosotros.
Digamos entonces: Por ahora, “se va la audición, que le vaya bien… Cantando muy bajito se va la cruzada, muy pronto volveremos con más humorada”.