Seguid el ejemplo…, por Luis Ernesto Aparicio M.

Luce curioso titular y comienzo para un artículo: una pequeña parte de una estrofa del himno nacional de Venezuela. Aquella canción surgida del impulso de la Sociedad Patriótica —desde donde se rechazaba la imposición de una monarquía lejana, empeñada en mantener el control absoluto, no solo sobre los venidos de la España de entonces, sino también sobre los criollos que comenzaban a rebelarse por carecer de poder político—.
Sin embargo, por lo que acabamos de presenciar en El Salvador, ese «ejemplo» que menciona el himno venezolano parece estar calando, pero no como inspiración para la lucha por la libertad, sino como referencia de lo que hizo el fallecido autócrata Hugo Chávez: alterar la Constitución para convertirse en una suerte de presidente vitalicio mediante la controvertida figura de la reelección indefinida.
Con el aprendizaje ya ganado — copiado y posiblemente con la asesoría de venezolanos que le acompañan en su gestión—, y haciendo uso de la mayoría absoluta que posee en la Asamblea Legislativa, Nayib Bukele mueve sus piezas para concretar un cambio preocupante para quienes valoran la alternancia en el poder. Esa alternancia que tanto costó a los demócratas que lucharon por establecer un régimen libre de figuras eternizadas.
Como lo han señalado numerosos periodistas y políticos preocupados por las libertades en El Salvador, la ya vulnerada Constitución —recordemos que Bukele, según la norma vigente, no podía presentarse como candidato y, mediante una maniobra judicial, logró colarse y postularse nuevamente— sufrirá nuevas modificaciones. Se plantea reformar los artículos 75, 80, 133, 152 y 154 para ampliar el periodo presidencial de cinco a seis años y eliminar la segunda vuelta electoral. La Presidencia se ganaría por mayoría simple, sin necesidad del 50% más uno que exige actualmente la Constitución de 1983.
Aunque en Venezuela la primera reforma y posterior creación de una nueva Constitución surgió desde una Asamblea Nacional Constituyente que originalmente no contemplaba la reelección indefinida, Hugo Chávez —al igual que ahora Bukele—, utilizando el poder popular y el dominio institucional, forzó y manipuló una reforma que le permitiera presentarse como candidato cuantas veces la vida se lo permitiera.
La vida, sin embargo, le jugó una emboscada al eterno candidato venezolano. Pero dejó sentadas las bases para que sus más cercanos —en este caso, Nicolás Maduro— pudieran beneficiarse de ese cambio constitucional. Una modificación que se extendió también a alcaldes y gobernadores, y que incluso sirvió de guía para otros líderes autoritarios en la región, como Daniel Ortega en Nicaragua.
Ante esto, algunos políticos salvadoreños han comenzado a comparar las maniobras de Bukele con el «mal ejemplo» venezolano. Pero entre todas las advertencias lanzadas, vale la pena destacar la de Juanita Goebertus, directora de la División de las Américas de Human Rights Watch:
«El partido de Bukele impulsa una reforma constitucional exprés para permitir la reelección presidencial indefinida. Están recorriendo el mismo camino que Venezuela. Empieza con un líder que usa su popularidad para concentrar poder, y termina en dictadura.»
A esa importante advertencia de la señora Goebertus, poco más habría que agregar. Sin embargo, resulta prudente recordar que los salvadoreños aún tienen la posibilidad de construir una línea unitaria que les permita preservar la democracia que tanto les ha costado.
Como venezolano que vivió y sufrió el derrumbe de la democracia en su país, me gustaría que esa parte de la canción Patriótica —»seguid el ejemplo…»— fuera tomada como un llamado a fortalecer los deseos de libertad, y no como referencia para justificar la destrucción democrática.
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Por eso es crucial que el continente —y sobre todo sus demócratas— reaccione. De lo contrario, los salvadoreños, y nosotros, podríamos presenciar, ante nuestros propios ojos, cómo la democracia se disuelve como polvo en el viento, dando paso definitivo a un nuevo estilo político del que ya existen testimonios y consecuencias en carne viva.
Luis Ernesto Aparicio M. es periodista, exjefe de prensa de la MUD
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