Seguir en el poder no es sinónimo de fortaleza, Ana Milagros Parra
Twitter e Instagram: @amilagrosparra
Para muchos puede ser frustrante saber que el chavismo sigue gobernando a pesar de los esfuerzos a través de los años; pero que sigan en el poder solo significa que han sabido sobrevivir, no sin desgastes importantes. Seguir controlando el país no necesariamente es sinónimo de fortaleza.
De Maduro estar en una posición sólida de fuerza, nada le impediría apresar a Guaidó y neutralizar de una vez por todas a la figura que tanto problema le ha traído. Tampoco sería un problema celebrar un proceso electoral con sus candidatos, manejando a su antojo a los votantes, uso de propaganda alrededor de las parlamentarias, instalar la nueva AN, ir contra cualquiera que lo desafíe internamente, desdeñando la opinión internacional.
Las concesiones hechas por el oficialismo, la necesidad de mantener canales abiertos con actores democráticos internacionales, y que todavía haya espacio para movimientos de oposición, responde a la necesidad de legitimidad para reducir presión. Pero vayamos un poco más allá:
Un régimen autoritario se basa, principalmente, en dos métodos para mantenerse en el poder: Represión y authoritarian bargain, es decir, sobornos a personajes de la cúpula de poder para que se mantengan leales; bien mencionaba Bueno de Mesquita en The Dictator’s Hanbook sobre la necesidad de mantener a personajes claves leales y satisfechos en su puesto, garantizando la supervivencia del grupo y así seguir en control.
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El régimen chavista no es precisamente uno meramente político, su dinámica de poder no se limita a estructuras institucionales en los marcos tradicionales de un Estado-nación, por lo que los grupos que necesita mantener mediante incentivos, no todos necesariamente forman parte directa del gobierno; esto lo hace intrínsecamente inestable.
A pesar de que la cara más prominente del régimen sea la de Nicolás Maduro, precisamente por encabezar el Ejecutivo nacional, no significa que sea el “todopoderoso”.
En Venezuela no hay un régimen personalista, lo que reafirma la importancia de tener en cuenta los diferentes liderazgos que necesitan mantenerse satisfechos, y que tienen influencia considerable en la estructura. Entre las dinámicas de poder siempre hay conflictos, y estos buscan ocultarse para comunicar estabilidad. Además, existe la necesidad de mostrar un frente unido a pesar de las divisiones internas, ya que pone en riesgo su permanencia en el poder.
Sumándole a lo anterior, está la inestabilidad social y económica. El creciente descontento poblacional por falta de servicios públicos (entre otras cosas), es terreno fértil para una desestabilización.
Y mientras menos recursos estén disponibles, con más trabas en el mercado financiero internacional, se reduce la capacidad de mantener los incentivos a sus filas y calmar, medianamente, la conflictividad social.
Por otro lado, la represión no responde a un mero acto de voluntad, no “hacen esto porque quieren” (ojo, tampoco “porque tienen miedo”), lo hacen porque lo necesitan, en el sentido de que es su herramienta disponible, al impedir las funciones institucionales que manejan a la población, se controla mediante la coacción y el miedo. Mientras más violencia, más necesidad de control.
Sin embargo, hay una herramienta recurrente que se utiliza desde el poder para estabilizarse, en momentos donde preveen un debilitamiento entre esa inestabilidad interna inherente a su estructura de poder, consiste en “fusión de las funciones” de los poderes públicos y manipulación política a la oposición; al no poder neutralizarla directamente por el costo político que implicaría, por lo que se usan los vestigios institucionales para dar una fachada “democrática” sin ceder espacios de poder reales.
Ahora bien, relacionando lo mencionado con la realidad política actual, destaco ciertas cosas: Me atrevería a afirmar que lo planteado por Henrique Capriles no es necesariamente antagónico a la propuesta del interinato, movió el tablero de juego y aunque la ruta me parece acertada por muchas razones, dejó ver algo importante: El chavismo necesita bajar la presión internacional (sanciones) para sobrevivir, y acá vemos el guión repetido de pretender mostrar voluntad de concesión en cambio de disminución de presión externa.
El conflicto no acaba en diciembre ni el 5 de enero, todo lo contrario; evoluciona. Si quieren oxígeno es porque la presión está haciendo efecto. Es el peor momento para ceder sin certezas de resultados positivos tangibles.
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