¿Seis años más de esta desgracia? Por, Gioconda San Blas
Autor: Gioconda San Blas | @davinci1412
Desde Oxford, asiento de una de las universidades más prestigiosas del planeta, nos llega un documento donde se analiza el progreso mundial promedio en los últimos doscientos años. Rastreando datos sobre pobreza, educación, salud y libertad, entre otros parámetros, su autor, Max Roser, nos hace ver cómo la tendencia neta de la población global ha sido la de avanzar sin pausa en dos siglos.
Es así que en 1950 tres cuartas partes de la población mundial vivía en pobreza extrema, reduciéndose hasta menos del 10% el año pasado. A esto se suman los avances en salud. Hacia principios del siglo XIX, 43% de los recién nacidos moría antes de cumplir 5 años. Actualmente, producto de avances médicos, vacunaciones masivas y mejoras en políticas públicas de sanidad se ha logrado rebajar 10 veces la mortalidad infantil hasta 4,3% a escala mundial.
Enfatiza el autor del estudio que la libertad política y los derechos humanos y civiles están en el corazón del desarrollo de la humanidad, a la par de los niveles crecientes de educación. Si durante el siglo XIX más de la tercera parte de la población vivía en regímenes coloniales y casi todos en países gobernados autocráticamente, actualmente casi la mitad de la población global vive en democracia.
El optimismo que se desprende de ese informe no ayuda a los venezolanos de esta hora. Por el contrario, es el testimonio de lo mucho que hemos retrocedido desde que en 1999 un militar golpista alcanzó la presidencia por vía democrática, con el único propósito de destruirla y arrasar las instituciones.
Son múltiples los reportes que documentan penurias en los más diversos órdenes. Mientras hace 20 años el porcentaje de pobreza rondaba el 40%, hoy supera 80%, la mitad de ellos (12,8 millones de venezolanos) en pobreza extrema, una cifra escandalosa al compararla con el 10% actual a nivel mundial (cantidad de por sí inaceptable: 700 millones de personas).
Datos sobre mortalidad infantil, referidos hace pocos días por la UNICEF, indican que en comparación con 2015, en 2016 30% más de niños murió antes de su primer cumpleaños y 64% más de mujeres murió durante el embarazo o dentro de los 42 días después del parto. El Informe Global de Nutrición 2016 estimó una prevalencia de 4,1% de desnutrición aguda, mientras que el Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo 2017 sugirió que la subalimentación (una medida del hambre que indica la proporción de población con un consumo de energía inadecuado) en Venezuela aumentó de 10,5% a 13% entre 2006 y 2016.
La canasta básica familiar superó los Bs. 25 millones en diciembre de 2017, mientras la pensión del seguro social para jubilados equivale a US$ 0,90 mensual al momento de escribir estas líneas. ¿Cómo calificar esta pobreza si quien recibe US$ 1,90 diarios (US$ 57 mensual) ya es clasificado como pobre extremo?
En 1998, el dólar se cotizaba en Bs. 509; al final de la presidencia anterior y principio de ésta, 2013, el dólar ya había escalado a Bs. 79.810 (maquillado a Bs. 79,81 con la reconversión de 2008 a bolívares “fuertes”) y ahora, cuatro años en este período, al día en que esto escribo, cada dólar se cotiza en Bs. 255.900 “fuertes”, es decir, ¡Bs. 255,9 millones de 1998! La hiperinflación consiguiente nos ha convertido a todos en pobres de solemnidad, con un 99,9% de depreciación del bolívar en los últimos dos años. “La mejor manera de destruir un sistema capitalista es corromper su moneda” decía Lenin. El régimen, discípulo riguroso, ha seguido la conseja.
Son muchas más las cifras que podríamos exhibir en el recuento de la demolición sistemática de un país que hasta hace 20 años era visto, con sus altos y bajos, como tierra de promisión en el concierto regional.
Que esto ocurra mientras el mundo progresa resulta doloroso, más aún al saber por boca ministerial que tales despropósitos son deliberados para dejar a Venezuela en cenizas, si es necesario, con tal de no irse del poder.
No irse del poder. En eso andan. Violentan las negociaciones en marcha (a la hora de cerrar esta nota, ellas se prolongan), y convocan a elecciones sin las garantías de equidad explícitamente requeridas por el grupo de Lima, la Unión Europea, la Conferencia Episcopal Venezolana y muchos países a través de organizaciones gubernamentales y no gubernamentales.
Y mientras tanto, la dividida grey opositora deshoja la margarita, haciendo difícil la recuperación de la Unidad como el gran valor que debemos preservar en esta hora aciaga de la República.
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