Seis horas seis, por Teodoro Petkoff
Esto de la jornada de seis horas, aparte de constituir un caramelito de cianuro, tiene más bemoles que una sinfonía de Beethoven. Cómo será la cosa que hasta ese señor Pérez Abad, al parecer ya presidente vitalicio de Fedeindustria y quien no se distingue precisamente por su mesura a la hora de derramar elogios sobre el régimen, ha expresado la esperanza de que eso se modifique. Por supuesto, Pérez Abad, modesta y prudentemente, “espera”. En otros tiempos habría tomado todos los medios, poniendo en pie de guerra a Fedeindustria. Por supuesto, Pérez Abad, como esos otros próceres de la nueva burguesía “socialista” (jajajajá) como “Alito” Uzcátegui (Empreven) y Juan Manuel Campos (Confagan), que se vivieron a la Cuarta República desde las filas de AD y ahora proceden con igual fervor a hacerlo con la Quinta, ni siquiera con un frasco de 18 años entre pecho y espalda levantarán la voz para decir lo que ahora en privado (según nos comentan amigos comunes) consideran una “locura”. Mapurite sabe…
Imaginemos los efectos de esa disposición en la administración pública. Aparte de las dos horas “libres”, durante las cuales nuestros empleados públicos serán obligados a aprender las leyes de la dialéctica y otras zarandajas, el efecto de la reducción de la jornada será demoledor. Porque si bien hoy, de facto, eso es más o menos lo que se trabaja en la administración pública, al menos los empleados tienen que estar en el sitio sus ocho horas. Pero, de aquí en adelante… ay papá. Los trámites, que ya son lentos y demorados ahora tomarán mucho más tiempo. “Lo sentimos, ciudadano, pero el horario es de ocho a once y de una a cuatro. Venga mañana”. Las colas en notarías y registros serán kilométricas. Dígame para sacar pasaportes y cédulas. En fin, ese “enemigo” (dice Chacu) que es la burocracia va a recibir una dosis de esteroides que ríase uno de Barry Bonds.
Por supuesto, empresas del tipo de las panaderías, por ejemplo, y todas las que hoy trabajan tres turnos, tendrán que crear un cuarto turno. Suben los costos, sube el precio del pan. En las empresas del Estado (aluminio, Cantv, electricidad, petróleo) desde luego que no habrá problemas. Este gobierno, ya se sabe, jura y perjura que eso de costos, rentabilidad, productividad, es puro neoliberalismo. Lo suyo es el trueque y otras expresiones del comunismo (pero del primitivo). Se crearán, pues, cuartos turnos, qué duda cabe: Pdvsa paga.
Por ahí salió Rivero, minpopoptrabajo, diciendo que las seis horas van para el 2010. Luce sensato, pero este, como todos los minpopops, no sabe de lo que habla. Todavía no conoce bien al Primer Trabajador. Rivero, cuando afirmó eso, no había percibido que la nueva jornada será constitucional. Una vez aprobada la reforma, de inmediato se pasa a trabajar seis horas diarias. No es asunto de la Ley del Trabajo, como lo creía cuando sostuvo que se llegaría a esa jornada “progresivamente”.
Chacumbele, por su parte, como siempre, creerá que se la está comiendo.