Sentido común, por Teodoro Petkoff

La reacción del MVR en la Asamblea Nacional era perfectamente previsible. Pero a pesar de todos los rayos y centellas lanzados por sus voceros, la decisión del TSJ de designar los rectores del CNE está constitucionalmente blindada, de modo que la perspectiva de un conflicto de poderes es pura bulla. De acuerdo con la Constitución, la AN tiene diez días, a partir de que su plenaria reciba la lista de postulados filtrada por el Comité de Postulaciones, para hacer los nombramientos. Pues bien, la recibió el 8 de abril y desde entonces al 4 de agosto (fecha en que el TSJ publicó su sentencia) han transcurrido no diez sino 117 días! Sin entrar a establecer responsabilidades, lo cierto del caso es que el cuerpo legislativo como tal, la institución parlamentaria como poder del Estado, entró en una mora prolongada con la República al mantener acéfalo el quinto de los poderes públicos, el Electoral. En estas circunstancias, la Constitución obliga al TSJ a cubrir esa omisión. No se trata de una facultad discrecional, que el TSJ podría ejercer o no, sino de un mandato de cumplimiento forzoso. El máximo tribunal no tenía alternativa. De no haber actuado estaríamos en la insólita situación de dos de los poderes del Estado omitiendo el cumplimiento de sus responsabilidades constitucionales. Por lo demás, la decisión de la Sala Constitucional es inapelable, de modo que la Asamblea no puede desacatarla. De hacerlo, el país viviría una crisis constitucional de incalculables consecuencias.
El escándalo armado por el MVR luce más bien como un patético mecanismo de presión sobre el TSJ, con vistas a las designaciones que se apresta a realizar. En este sentido, el país debe esperar una conducta signada por la prudencia, el realismo y el sentido común.
Los futuros rectores del CNE no pueden ser personas con una conducta pública y notoriamente comprometida con posiciones a favor o en contra de ninguna de las partes en pugna, puesto que en este caso la percepción general abrigaría dudas razonables acerca de su imparcialidad. Dudas que, por cierto, podrían manifestarse en posturas violentas y cuestionamientos feroces, que en nada ayudarían a que un proceso tan lleno de obstáculos se desenvuelva con el mínimo de fricciones. Para decirlo de una vez, la prudencia, el realismo y el sentido común aconsejarían excluir nombres semejantes al del Director de este diario -que se menciona en los medios como uno de los que estaría siendo estudiado en el TSJ.
El futuro CNE debe nacer con la menor cantidad de flancos vulnerables, para asegurar su credibilidad y respetabilidad. Llenarlo de personas comprometidas con las causas políticas en conflicto sería condenarlo a la parálisis, a un bloqueo interno parecido al que vive el CNE que ahora agoniza.
El país se está acercando a la posibilidad de solucionar la crisis política en forma democrática y pacífica, pero el piso sobre el cual camina es muy vidrioso.
Cuidado con los pasos en falso.