Ser feliz es fácil, por Fernando Rodríguez
Autor: Fernando Rodríguez
El destino nos deparó vivir hoy en uno de los países más infelices del planeta, de donde han huido ya algunos millones de ciudadanos despavoridos, y otros muchos pasan hambre o mueren por falta de un antibiótico o una vacuna y donde solo unos cuantosricos, la mayoría delincuentes,comen y beben a suantojo.
Pero de alguna forma, aunque sea simbólica, nos toca lo que parece ser un imperativo para la especie, acuciante, multiforme, globalizado,diseminado en las últimas tres o cuatro décadas: ser feliz a como dé lugar, como un deber. Para lo cual se ha montado una industria gigantesca que tiene los más diversos niveles y las más variadas modalidades, visibles o escondidas, meramente publicitarias o con aspiraciones cognoscitivas, espontánea o programada…para todos lostargets. Hablamos de muchos millones, en dólares por supuesto.
Lo cual es en cierta medidauna novedad. Basta recordar, por ejemplo, que, sobre todo en la primera parte del siglo anterior, hubo dos espantosas guerras mundiales y muchas localizadas, a las cuales hay que sumar la violencia feroz de la imposición expansiva de dos despotismos, el nazismo y el comunismo. Centenares de millones de muertos, el siglo más cruel de la historia humana. Y en consecuencia abundancia deconcepciones muy pesimistas sobre el destino de la especie. Freud afirmó que el hombre tenía inscrita en su naturaleza un instinto inextinguible, perenne,de destrucción y de muerte. Sartre dijo que la vida era una pasión inútil y con él una larga lista de escritores existencialistas. Los surrealistas se burlaron de todos los valores establecidos, de las buenas familias y las asentadas costumbres. Se hizo teatro para mostrar el absurdo hasta de nuestra manera de hablar. Y en fin una interminable nómina de autores en el pensamiento y las artes enfatizaban los aspectos más míseros de nuestra condición.Éramosinfelices ycrueles.
Debe ser que hacia fines del siglo la venenosalluvia sobre el planeta amainó un poco. Cesóelterror de la guerra fría y sus bombas del fin del mundo sobre nuestras cabezas. El comunismo implosionó, sin un grito; por ende elmundo ha tendido a uniformarseideológicamente. Una relativa mejoría económica se expandió por el globo. La revolución tecnológica que aún vivimos modificó, para bien ypara mal, nuestros modos de pensar. Valga esto comopinceladas, no se trata de ser exhaustivos aquí sobre sus causas. Lo cierto es que surgió la poderosa industria de la felicidad. Y como señalamos hay de todo y para todos en ese inmenso cajón de sastre. No todo desechable mercantilismo, aclaro.
Algunos distinguidos filósofos se avocaron al tema que,tradicionalmenteen sordina o anulado, ha debido ser siempre el suyo: cómo tener una vida más o menos vivible. La mismísima ONU hace una indagación sobre el grado de felicidad de sus países miembro. Y nosotros, nuevos parias, tenemos un viceministerio de la felicidad.Surgió una curiosa tendencia psicológica, positiva, que olvidó la rica tradición de ese saber y se dedicó a procesos muy simples para que uno sonría a menudo y logre éxitos, muchas veces recostada en descubrimientos de nuestro misterioso cerebro, la neurociencia. Fue tildada de autoayuda sofisticada pero universidades tan respetables como Harvard le dieron acogida. Un buencoach, es otra área, le puede ordenar de tal manera su problemática existencial que usted encontrará rápidamente el camino adecuado para enfrentarlos triunfalmente. El budismo liberado de sus exageraciones y asperezas, ya acogidoen varios círculos de Occidente, se expandió,sobre todo la “meditación” que puede producirle la serenidad que le ofrecen dañinos fármacos químicos o largas terapias. Agréguele el yoga y otras variantes parecidas. Las dietas son importantes: coma vegetales y no chorizos carupaneros o jamones de Jabugo, por ricos que sean. Trote, camine, ejercítese, pero use siempre Adidas y Nike. Hay eclécticos que tienen su propia combinación que venden, eso sí a precios muy altos, y que en pocas horas despiertan en usted el ganador que siempre ha sido y no lo sabía. El señor Ismael Cala, verbigracia,le arregla todas las semanas en cuartilla y media cualquier problema vital por intrincado que sea y lo invita a sofisticadosy costosos eventos internacionales. No hay que hacer énfasis en la publicidad de siempre en que usted pierde el mal humo porir a su detestable trabajosi usa tal deliciosa crema dental o la pareja traumatizadasereconcilia con esos deliciosos cereales para el desayuno. Súmele el inmenso caudal de información sobre su vida cotidiana, algunos avalados por indagaciones de la Universidad de Tokio, Lisboa, Oxford…,que producen los medios y que terminan por saturarlo de consejos de todo tipo para subienestar y su alegría, tantas veces perogrullescos o contradictorios. No olvide nunca los placeres del consumismo sobrexitado.
En cualquier caso usted tiene a la mano cantidad de instrumentos para ser feliz. No sé si usted se ha beneficiado de estos productos. Por lo prontono olvide quees un cliente imprescindible para las finanzas del gran complejo industrial.Ymire bienlo que compre que casi todo sonplacebos o remedios adulterados.Y tampocoolvide, digo yo, que usted más temprano o más tarde será polvo y olvido.