Ser pobre es peor, por Teodoro Petkoff
Nadie discute que la pobreza es la más grave calamidad social. De hecho, la lucha contra la pobreza aparece hoy en el lugar prioritario de todas las agendas políticas y/o económicas existentes en el país. En el gobierno y en la oposición, entre los empresarios o entre las personas del mundo cultural, el discurso sobre el combate a la pobreza es común. De hecho, uno de los indicadores sociales más apreciados es aquel que da cuenta de la disminución de la pobreza, en particular de la pobreza crítica o atroz. Pero, la pobreza es sólo una parte del problema social. La otra parte la constituye la desigualdad. Es decir, la brecha existente entre los que más ganan y los que menos ganan. Porque el punto es que los que más ganan constituyen una minoría de la población, en tanto que los que menos ganan agrupan a la mayoría de la gente. Lo cual supone que en la carrera de la vida la minoría arranca con tremenda ventaja sobre la mayoría. Por supuesto que ya es un avance importante disminuir la pobreza en general y, en especial, la pobreza crítica, pero si no se combate la desigualdad, la solución de los problemas sociales resulta parcial. Es posible disminuir la pobreza a punta de programas sociales; en cambio la conquista de equidad social exige, además de estos, reformas importantes en los mecanismos de generación y distribución de la riqueza y la creación de las instituciones que deben hacer cumplir aquellas reformas. El combate contra la inequidad pasa por la creación masiva de empleo formal (lo cual supone tasas de inversión elevadas durante muchos años consecutivos); la creación de un verdadero sistema de seguridad social; la construcción masiva de viviendas y la creación de un hábitat que eleve la calidad de vida; la masificación de la educación de alta calidad; la existencia de un sistema tributario que haga pagar más a los que más ganan y por último, pero no menos importante, la existencia de un Estado eficiente, musculoso y no obeso, democrático, que incluya y no excluya y que garantice los derechos de todos.
Si sometemos al Gobierno de Chávez a la prueba de la lucha por la equidad, ¿cómo queda? Veamos sus propias cifras, las del Instituto Nacional de Estadística (INE). En 1997, el 40% de la población, la más pobre, concentraba el 12,3% del ingreso, en tanto que el 20% más alto percibía el 53,6% del ingreso. En 2007, después de casi diez años de «revolución» dizque socialista, el 40% más pobre concentraba el 15,9% del ingreso y el 20% más rico el 49,7% del ingreso. La desigualdad social prácticamente no ha variado. La «revolución» de Chávez está raspada en materia de lucha por la equidad, que es la piedra de toque de la transformación progresista de una sociedad. Mucha pantalla, mucha muela, mucho relumbrón, mucho ruido, muy pocas nueces.