Servir la Mesa por Fernando Rodríguez
En el fondo es natural que la Mesa de la Unidad democrática se encuentre algo maltrecha. No son poca cosa las dos derrotas electorales recientes.
La primera causó una depresión en la oposición tan grande, quizás similar a la del Revocatorio, que nos llevó en la siguiente a un aumento sustancial de la abstención y a la consiguiente pérdida de veinte gobernaciones. Luego ha venido este proceso de beatificación en vida del Jefe que la ha puesto a mirar los ritos desde la otra acera, convidada de piedra que no encuentra en ella su rol. Y, por último, los eternos opositores onanistas ahora sobreexcitados que la declaran culpable de todos los pecados del mundo.
No obstante allí sigue, unida a pesar de desertores y gritones, ufana de su noble y difícil gestación, de los casi siete millones de votos de las presidenciales y, sobre todo, de la fe en que tiene las claves del futuro. Aunque vaya usted a saber cuándo éste terminará de llegar. Pero ahí vamos.
Una de las acusaciones mayores contra la Mesa es su electoralismo, es decir, su ausencia en las luchas sociales, su falta de calle. En principio esto no es descabellado. Pero ante todo hay que recordar que hemos vivido desde hace ya muchos años entre pasadas y próximas elecciones. Las cuales, qué duda cabe, hay que atenderlas. Pero sí creemos que hay un punto a debatir y es éste: qué tareas corresponden a la Mesa y cuáles a los partidos políticos y otras organizaciones.
Tendemos a pensar que buena parte de ese trabajo, el más cotidiano e incesante, es propio de los partidos y similares. La MUD debería quedar para armar consensos cuando hay que armarlos, como la averiada marcha del 23 de enero o pautar la manera de seleccionar candidatos, etc.
Pero, en lo inmediato, resulta que ya estamos de nuevo en elecciones y al parecer no nos hemos dado cuenta cabal. En estos días Henri Falcón abogaba, justamente, para que asumiéramos una actitud electoral.
Y es cierto, nos puede sobrevenir una elección presidencial y están ya a la vista las muy complicadas, multitudinarias, elecciones municipales. De manera que si no es razonable que la MUD se ocupe sólo de elecciones, es absurdo de toda absurdidad que no se ocupe de éstas cuando ellas se presentan.
Ya el régimen tiene candidato, heredero designado, que no hace otra cosa que campaña, tratar de demostrar que no es tan incapaz como lo pintan, sobre todo dentro del PSUV. Esta organización acaba de definir las normas para elegir candidatos a las municipales, entre otras evidencias que indican el comienzo de las justas. Además ya hay denuncias serias como las de nuestro delegado al CNE de que la eventual nueva distribución de las circunscripciones electorales, al menos para Caracas, es claramente sesgada, destinada a favorecer al gobierno. Otros se quejan de la casi invisible apertura del Registro Electoral, sin la promoción debida del CNE, silencio que aprovechan los más organizados.
Todos sabemos de la habilidad de los rojillos para meter cabras, de las cuales nos hemos enterado muchas veces un poco tarde.
Por último no hay que separar lo electoral de esa ansiada vinculación con el pueblo, señalada más arriba. Se diría lo contrario, que puede ser un momento privilegiado de esa cercanía. Como cuando nuestro último candidato presidencial andaba por montes y valles seguido de grandes romerías. Una buena y obligante manera de desplegar fuerzas y salir del sopor. Ya es hora.
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