Sí, la pava existe; por Simón Boccanegra
Un tipo como este minicronista, más o menos descreído y racionalista, no muy dado a esoterismos y bagatelas semejantes, ha tomado siempre a chercha ese asunto de la pava. Pero estoy a punto de rendirme ante las evidencias y concluir que de que vuelan, vuelan. En este sentido, siempre me pareció que eso de que Chacumbele empava era una manera inofensiva de mamarle gallo por parte de sus adversarios. Pero ahora comienzo a tener mis dudas. Cuando el Magallanes perdió la serie final comenzaron mis cavilaciones. Las tribulaciones magallaneras, comencé a pensar, no pueden atribuirse exclusivamente a razones deportivas. En algo tenía que haber influido, me decía, el resonante y abierto apoyo que le dio Chacumbele. Todo el mundo sabe que el señor es magallanero, pero siempre era discreto; alguna que otra alusión en » Aló Presidente» y no mucho más. Pero después que los Navegantes ganaron los dos primeros partidos, Chacumbele se dedicó a burlarse del Caracas y sus fanáticos de modo tan estruendoso y vulgar que hasta ahí llegó la nave.
Demasiado hizo el equipo con anotar tres carreritas en el último juego. Pero cuando el hombre se paso pa’l Caracas y se produjo la debacle de Margarita, me rendí. Ya no puedo continuar abrigando dudas.
Obviamente, me digo, la pava debe ser una fuerza magnética especial, que unos la tienen y otros no, pero que es tan real y poderosa como una descarga eléctrica. Aquello no podía ser coincidencia.
Es obvio que la carga de pavovatios o pavodinas que emite el Señor Presidente perforaría el blindaje de los meros Mulos de Manhattan en su época de oro. Ahora entiendo un poco mejor cómo después de gastarse más de 500 mil millones de dólares, en estos once años, Chacumbele tiene al país groggy, colgado de las cuerdas.