Simón Díaz, por Simón Boccanegra
El fallecimiento de Simón Díaz deja huérfano al país de uno de sus más preclaros cantores y compositores populares. Simón, sin embargo, era bastante más que un músico de excepción -lo cual ya es mucho decir. Fue un venezolano integral, que compendiaba en sí los mejores rasgos de la venezolanidad.
Abierto, llano y alegre, su singular ingenio iluminaba los lugares donde entraba. Era muy difícil, por no decir que imposible, sustraerse al encanto de su personalidad. Lo suyo era la música popular y folklórica nacional, a la cual añadió piezas de su propia cosecha, que constituyen un notable acervo musical criollo. Porque Simón Díaz era un gran compositor, que enriqueció nuestra música popular con piezas que trascendieron nuestras fronteras. ¿En qué país del mundo no se oyen, se tocan y se cantan las canciones de Simón Díaz? ¿En qué país del mundo no se conoce «Caballo Viejo», esa pequeña joya de sabiduría popular, esa suerte de himno de la tercera edad, a la cual nadie es ajeno? Pero Simón, además de compositor, era un gran cantante. Cantante de la música del llano, a la cual prestaba la muy peculiar voz de nuestros cantores llaneros, que era también la suya.
Demócrata a carta cabal, jamás prestó su prestigio, sin embargo, para que otros lo aprovecharan para su propio beneficio. Podía acompañar todas las causas más nobles e incluso ayudar a sus incontables amigos del mundo político, pero jamás hipotecó su personalidad para beneficio de causas particulares.
Todos tenemos que morir, cierto es, pero cuando muere alguien, que como Simón Díaz, era conocido de toda la nación, su deceso nos toca como el de un familiar cercano.
Este escribidor siente que el país está hoy un poco más vacío que ayer. No por casualidad: falta Simón Díaz. Nos falta Simón Díaz.