Simón García: debemos estar abiertos a las distintas posibilidades de desenlace
El 23 de febrero se produjo un fracaso en la estrategia opositora y cuando eso ocurre no se abandona el objetivo sino se revisa el camino para lograrlo, precisa Simón García
Simón García fue ministro para las Relaciones con el Congreso de la República durante el segundo gobierno de Rafael Caldera, fue fundador y militante del Movimiento al Socialismo y es un agudo analista político, que publica sus análisis en NotiTarde y en TalCual.
–La gran mayoría de los venezolanos ha sentido que se produjo un milagro a partir del 5 de enero de 2019 con la aparición de Juan Guaidó que les devolvió la fe, la esperanza y el entusiasmo.
–La súbita aparición de Guaidó produjo un efecto de recuperación de la oposición, de las esperanzas, las posibilidades de creer viable un cambio. Fue una situación milagrosa en el sentido de que no fue convencional, pero fue una situación preparada por largos años de lucha, incluso si uno mira las resoluciones que tomó la Asamblea Nacional en 2018, puede darse cuenta que los componentes de la estrategia de Guaidó estaban configurándose en ese debate.
Guaidó tiene el gran valor de saber encarnar en el momento oportuno todo el rechazo, todo el desgaste, toda la desesperanza de una población que estaba sin perspectiva. Él fijó una ruta con mucha claridad, con mucha contundencia, una ruta maciza que no daba lugar a ninguna discusión, a ninguna duda, o se seguía o no se seguía y eso afirmó la confianza y la credibilidad de su liderazgo.
–¿Cómo define ese liderazgo de Juan Guaidó?
–Es, en primer lugar, carismático, pero no convencional porque él está rodeado de unos atributos de sencillez, de pertenencia a un medio social de clase media baja y no de los Amos del Valle y o de los que provenían del imperio de las cámaras, de los micrófonos, por lo tanto tenía las características de ser un outsider, uno que venía de afuera aunque perteneciera a los partidos.
Guaidó expresa la irrupción en la política de la generación del 2007, la que se caracterizó por la defensa en las calles de los derechos que el régimen estaba conculcando, una generación valiente que ha puesto el pellejo en la defensa de sus convicciones y eso, por supuesto, y formar parte de ese testimonio es muy importante porque no se trata de mandar a hacer la guerra, sino estar siempre en la primera línea de la batalla. Yo creo que con estos rasgos podría caracterizar la enorme simpatía que ha producido el liderazgo de Guaidó en toda la sociedad venezolana, una sociedad que no veía clara ninguna salida.
–¿Qué es lo que más resalta en el liderazgo de Juan Guaidó?
–Lo más interesante lo ubico, dentro de una clasificación que yo mismo me construí, como un líder radical, pero no extremista y se necesita, en las condiciones venezolanas, ser radical sin ceder a las tentaciones de un extremismo que tiene una base social muy fuerte, dado a la cantidad de calamidades que vive el país y que determinadas condiciones produce espontáneamente la necesidad de salir de esto como sea, ya.
Guaidó ha sabido mantenerse en el filo de la navaja, contener las presiones del extremismo aun y cuando en algunos momentos ha cedido a ello, como por ejemplo, construir la primera fase de su estrategia en base a el sí o sí y presentar el proceso como una fecha. Los procesos no tienen fecha sino que están dentro de una serie de condiciones que han sido construidas pacientemente y que explotan, estallan cuando todas las condiciones de cambio se juntan.
–Aunque pareciera una acotación superficial ha llamado positivamente la atención su elegancia, su forma de hablar moderada, el uso de corbata.
–Es un equilibrio entre elegancia y sobriedad. Esa es una imagen muy potente, es una imagen de político que sabe oír, que está muy cerca de los demás y que comprende lo que tú estás sufriendo porque él mismo lo sufre y lo sufrió. Eso le da un certificado de garantía muy importante de confiabilidad, de coherencia entre lo que dice y lo que está haciendo.
–Hay quienes critican su juventud y le dicen muchacho.
–Tiene en su haber una condición polémica que es la de la juventud en el sentido de que no está comprometido con el pasado. Ahora, él es un hombre de desafío, porque nunca se le ha propinado tan contundentemente una cachetada al régimen como lo hizo Guaidó. Uno de sus desafíos es el de construir una gran coalición que vaya más allá de los partidos, que pueda encontrarse con el descontento que está surgiendo en todas las partes la sociedad venezolana, transversalmente, y que tome como eje articulador una alianza entre el pensamiento radical y el moderado, para contener tanto los riesgos de conservadurismo y los de extremismo. Esta debe ser una alianza plural e inclusiva, plural porque vaya más allá de los partidos e inclusiva porque tiene que contar, obligatoriamente, con la presencia de sectores de la actual coalición dominante, es decir, del PSUV y de la Fuerza Armada.
–Pareciera que la gente no entiende eso.
–Lo tiene que entender porque la realidad, el lenguaje de los hechos son más contundentes. Los sectores populares chavistas después de 7 días sin luz y sin agua comprendieron que algo andaba mal en los líderes que ellos siguen y comenzó un cuestionamiento fuerte. Las 40 protestas que hubo en Caracas de las cuales la mayoría fueron pacíficas, estuvieron asentadas en lugares donde el chavismo es fuerte.
Esto indica que se está abriendo ya la posibilidad de que ocurra en la base de la sociedad lo que no ocurre en las élites dirigentes, que es un entendimiento y un encuentro entre el chavista y el opositor superando ese esquema que divide y nos junta porque estamos luchando por unos mismos objetivos, una lucha que no es política, sino por la vida, por sobrevivir y a la cual lo que le da el puente para transformar esa lucha por las condiciones de vida, por el agua, por la electricidad, por el efectivo, por la seguridad es Guaidó que da ese enlace, Guaidó es hoy un líder que tiene un poder de convocatoria, de movilización y un poder potencial de unificación de la sociedad venezolana que hay que desarrollar. Por eso es importante proteger el liderazgo de Guaidó e introducir, en la medida en que uno pueda influir en ello, ajustes en la ruta que él ha diseñado.
–¿Qué hay que hacer?
–Una función importante de los dirigentes de los partidos, de los diputados de la AN y de los amigos que estamos desde afuera como independientes es la de cuidar a Guaidó. Cuidar a Guaidó es evitar los errores, es asegurar que tenga una línea cada vez más exitosa y poder desarrollar la estrategia a partir de la cual él comenzó esta lucha que ha tenido tantos logros y que nos ha colocado en una posición, por primera vez en 20 años, a la ofensiva que ha dejado turulato a Maduro, con las piernas temblándole, en el medio de ring, con el cuarto oscuro, sin saber qué hacer, hasta que finalmente contra las cuerdas tomó oxígeno y ha comenzado a diseñar esta contraofensiva represiva, inicialmente con la detención de Marrero; con el intento de anular a Guaidó por la vía del allanamiento de la inmunidad parlamentaria y que seguramente va a tener un complemento político para hacer lo que el Gobierno siempre hace con la oposición y la oposición se deja hacer: dividirse, confundirse, debilitarse, tomar caminos distintos. Eso no puede ocurrir en estos momentos y por eso hay que fortalecer ese liderazgo y hacer más eficaz y más potente y más unificadora la estrategia que está dirigiendo Guaidó y la Asamblea Nacional.
–Seguimos con el país dividido, ahora están los que piden “Paredón, paredón” para Guaidó y los que le exigen a Guaidó 187/11 ya.
–La lógica de la violencia es la muerte de la política. Lo que nosotros estamos viendo en los sectores extremistas del Gobierno es la aplicación de una lógica de exterminio, quieren acabar, sacar de raíz a toda oposición y a toda disidencia, incluida la que existe en su seno. Por esa vía vamos a una situación que empeorará las distintas crisis que vivimos y que conducirá a una amenaza de mayores cuotas de sacrificio y de sangre. Pero el árbol de la libertad no tiene necesariamente que ser regado con sangre, puede ser regado también con cooperación, con entendimiento con la necesidad de comprender que un país para avanzar necesita unirse y unirse con los diferentes, pluralmente.
En este momento hay un empate: el Gobierno no solamente no puede gobernar, está llevando al país a una destrucción inconcebible e inaceptable; el Gobierno está preparando un genocidio masivo y eso hay que evitarlo y conviene evitarlo tanto a los chavistas como a los opositores y a la inmensa parte del país que no se siente identificado ni con unos ni con otros. Por tanto, hay que derrotar el extremismo que pide paredón y al que pide invasión ya.
–El mantra de Guaidó: Cese de la usurpación, gobierno de transición, elecciones libres ¿Considera que está bien estructurado?
–En uno de sus últimos discursos oí que lo cantó a la inversa: elecciones, gobierno de transición y cese de la usurpación. Es evidente que la primera fase, el cese de la usurpación, tiene que ser reelaborada porque se montó una amenaza para ponerle fin a la usurpación que fue el ingreso de la ayuda humanitaria, sí o sí, el 23 de febrero y esa amenaza respaldada por la democracia más fuerte de América que son los EEUU, por distintos gobiernos de América Latina, por una inmensa mayoría de la población, fracasó.
Cuando uno fracasa y no tiene éxito busca otro camino, no abandona el objetivo, abandona el medio. El medio de la amenaza del ingreso de la ayuda humanitaria con invasión no fue capaz de producir ninguna consecuencia en la coalición dominante, al menos produjo una, la unificó, la atrincheró, le permitió presentarse ellos mismos como nacionalistas y como patriotas frente a alguien que estaba invocando la invasión de ejércitos extranjeros. Eso fue un traspié que fue superado rápidamente por Guaidó al regresar al país por la puerta real de Maiquetía.
–¿Cuál es su reflexión al respecto?
–Yo pienso que, en primer lugar, este es un bloque interdependiente, pero donde una fase no puede prelar con la otra, son momentos únicos, puede comenzar por una elección o porque sectores del chavismo y la Fuerza Armada le quiten la llave de Miraflores a Maduro, puede comenzar por distintas vías y debemos estar abiertos, ser flexibles a las distintas posibilidades de desenlace y escenarios que pueden ocurrir para resolver un conflicto de poder donde tenemos un Presidente legítimo, pero sin control del Estado y un Presidente usurpador que quiere aferrarse al poder, pero que tiene el control del Estado y la lealtad de la Fuerza Armada.
–La Fuerza Armada es un punto clave.
–Debemos partir de una nueva comprensión de lo que ocurre en la Fuerza Armada en base a dos elementos: primero, la Fuerza Armada es tan rehén de este sistema totalitario como lo somos los ciudadanos, como lo son las instituciones venezolanas, entonces es difícil sacudirse los mecanismos de control y las nuevas tecnologías de dominación que impulsa la Fuerza Armada y, en segundo lugar, existe una materia oscura que permite mantener unido al régimen que es la corrupción y la impunidad.
Todo el mundo sabe que puede robarse algo sin ser castigado, que puede ser narcotraficante sin ser castigado y tener el apoyo del Estado. Esto tiene que ser superado por una oferta, por un sistema de incentivos, por una fórmula clara, precisa, concreta y completa de qué es lo que gana una institución tan fundamental para la sociedad venezolana como la Fuerza Armada si decide respaldar la Constitución y esta oferta aún no ha sido claramente definida respecto a la misión que va a tener y cómo va a ir progresivamente cambiando espacios en las cuales ellas están presentes, por otros, por ejemplo, en el área minera.
Por eso no se puede hacer una transición ya, instantánea, es una antinomia, si es instantánea no es transición.
Hay que hacer unos equilibrios entre la urgencia y la necesidad de ser eficaces y exitosos para salvar a Venezuela. No hacerlo rápido porque como dice una famosa canción mexicana: no solamente hay que llegar primero sino hay que saber ganar.