Simula, que algo queda; por Simón Boccanegra
El gobierno decretó el fin del racionamiento eléctrico. Cualquier observador desprevenido entendería que eso tendría que significar el restablecimiento pleno del suministro de electricidad en todo el país. Al menos así sería en Suiza, en Suecia o en Panamá. En cualquier parte, pero aquí no. Venezuela está regida por el régimen de la fachada, de la simulación. Ese decreto es para hacer creer que la crisis pasó y que cualquier apagón es una excepción local. Por ejemplo, el domingo hubo un apagón de hora y media en La Victoria.
La idea es que los victorianos crean que eso fue allí nada más porque «el Presidente dijo que ya se había acabado el racionamiento». Pero resulta que este minicronista estuvo hace dos semanas en Mérida y justo cuando atendía un programa de radio se fue la luz. No fue nada personal. Es que la luz se va sin aviso previo ni horario fijo. No hay racionamiento formal, de decreto firmado y sellado, sino de hecho y sin programación. La luz se va cuando falla el sistema y no cuando la cortan deliberadamente, para racionarla. Lo que ocurre es que el sistema falla sistemáticamente. El domingo en la noche hubo un apagón de unos veinte minutos en la urbanización caraqueña de Cumbres de Curumo. Pero Atila necesita hacernos creer que la cosa está resuelta porque no quiere llegar al 26 de septiembre con la percepción generalizada de que la crisis eléctrica sigue vivita y coleando. En lugar de hablar con franqueza, asumiendo sus errores, lo cual le resultaría mejor, el rey de la coba prefiere el ejercicio de simulación.