¿Simulacro de qué y para qué?, por Simón Boccanegra
La inefable Tibisay Lucena excusó las irregularidades habidas en el simulacro de votación realizado el domingo pasado con el argumento de que se trataba, precisamente, de un simulacro y no había necesidad de ser tan estrictos. Perdone, doña Tibi, pero esa es una manera un poquitín cínica de disimular la dejación de responsabilidades del CNE en el manejo del operativo. Un simulacro tendría que reproducir cabalmente las condiciones del acto comicial real; de lo contrario carece de sentido. Era necesario hacer respetar las normas de prohibición de propaganda partidista en las vecindades de los centros de votación; a los locales de votación no se podía entrar con franelas y gorras alusivas a partidos políticos; el Plan República tenía que haber asegurado el orden allí donde fue vulnerado. El CNE no garantizó eso en todas partes y en varios centros de votación se armaron algunas trifulcas propiciadas (y es bueno que usted, Doña Tibi, no se haga la loca frente a este dato) por los activistas del partido de gobierno. En fin, el simulacro tenía que parecerse como una gota de agua a otra al acto del 26S, precisamente para dar confianza a los electores, en el sentido de que ese día no va a armarse un zafarrancho en los centros de votación. Ciertamente, durante el simulacro tampoco es que hubo un caos, pero el CNE no hizo respetar sus normas y parte del Plan República (Milicia y GN) tuvo un comportamiento cómplice con los desmanes de los activistas del PSUV, aunque en algunos sitios la gente del Ejército se comportó correctamente y evitó males mayores. Mucha gente pensó que el simulacro se pareció más bien a un simulacro del PSUV para su conducta atorrante el 26S. Mosca, pues.