Sin Unidad no hay vida, por Teodoro Petkoff
¡Mosca!, El lunes 23 de enero en la noche todo indicaba que la Unidad Democrática cerraba un día en el cual había protagonizado una de sus más brillantes jornadas. Al mediodía el acto de presentación de los lineamientos del Programa unitario y en la noche el interesante debate entre los candidatos.
Sin embargo, ya esa misma noche un sorpresivo anuncio de Leopoldo López, dejó ver que algo se cocinaba para el día siguiente. En efecto, así fue, el martes López y Capriles Radonski anunciaron un pacto político electoral entre ambos que inmediatamente creó, por lo pronto, un nuevo ambiente en el universo de los partidos de la MUD y en general en el mundo político.
Una obligatoria y casi única consideración a hacer es que esta peripecia no puede poner en peligro el gran logro unitario tan empeñosamente forjado a lo largo de varios años.
Algunas expresiones desafortunadas de varios líderes políticos emitidas el martes obligan a esta advertencia porque en política los intereses comunes y generales en no pocas ocasiones han sido aplastados por los particularismos, muchas veces atizados a partir de incidentes nimios, que se van inflando al calor de las pasiones.
En este momento, más que nunca, hay que recordar que el adversario está enfrente y no a los costados. Sin Unidad no hay vida. O ese axioma preside nuestra conducta o nos suicidamos.
El pacto Capriles-López ya es un hecho consumado y sus detalles e intríngulis son competencia exclusiva de los integrantes de esa alianza. Los pactos y alianzas son normales y naturales en política (y en general en toda la sociedad).
Ese pacto hay que asumirlo con naturalidad y no hacer olas por su causa, mucho menos cuando esas “olas” recuerdan demasiado el estilo polémico en el cual las primeras víctimas son la verdad y la sindéresis.
Con lo que se dijo el día martes ya es suficiente y sería un error catastrófico persistir en una polémica a ese respecto, cuya lógica conduciría inevitablemente a que se vaya agriando velozmente y termine por matar la Unidad. Lo cual, insistimos, sería un suicidio. Este es un momento que reclama madurez y sentido común.
La sociedad venezolana está preñada de acomodos y reacomodos. Poco a poco, del colapso partidista de 1998, va surgiendo un nuevo sistema de partidos, que tiende a sustituir la actual dispersión por acercamientos y acuerdos entre sectores afines.
Eso subyace en el pacto Capriles-López: la derecha moderna y democrática se reagrupa. Veremos más movimientos de esa naturaleza a ambos lados del espectro político, sobre todo cuando el PSUV comience a desmoronarse.
Por lo que respecta a este editorialista, su respaldo a Pablo Pérez está fuera de toda cuestión. Continuamos con Pablo, en quien vemos una respuesta progresista, popular y democrática al autoritarismo militarista y autocrático de Hugo Chávez.
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