Sindicariato, por Teodoro Petkoff
El asesinato del líder sindical de los trabajadores de Toyota, en Cumaná, ha echado luz sobre un fenómeno de terribles características, que ha venido pasando prácticamente por debajo de la mesa. Aunque todavía no se sabe si este homicidio forma parte de tal fenómeno u obedece a otras causas, lo cierto es que el nombre de este sindicalista se incorpora a la ya larga y siniestra lista de dirigentes sindicales (unos verdaderos, otros dudosamente) asesinados por sicarios en los últimos años.
Desde que el chacumbelato escogió el camino de destruir el movimiento sindical tradicional, se dio a crear sindicatos paralelos a los antiguos, tanto en el sector público como en el privado. Primero fueron paralelos a los viejos sindicatos cetevistas, después comenzaron ser paralelos respecto de sí mismos. Eso desató la guerra por el control de los puestos de trabajo, de los contratos y de los afiliados. Guerra librada por la interpuesta persona de sicarios, contratados para eliminar rivales, y por tanto guerra especialmente sangrienta. Por ejemplo, en Guayana, donde existía un solo sindicato de la construcción, ahora hay once, cuyos «dirigentes» se dicen seguidores del «proceso». En los últimos cuatro o cinco años, más de cien «dirigentes» de tales sindicatos se han matado entre sí. Hasta ahora no hay ni un solo detenido por esos crímenes, ninguno de los cuales ha sido esclarecido, a pesar de que varios de ellos han sido cometidos a plena luz del día y los sicarios han sido identificados por testigos.
¿Cómo se explica tamaña impunidad? Según cuenta un protagonista –rodeado, a su vez, por sus espalderos– la cosa comenzó cuando algunos dirigentes sindicales chavistas, encargados de enfrentar a los cetevistas, pidieron «protección» para adelantar su cometido.
A cada uno le fueron asignados guardaespal das, seleccionados ¿dónde más? entre el malandraje de la zona.
Al poco tiempo los malandros descubrieron que ellos mismos podían asumir el negocio y se hicieron «dirigentes», descartando a sus «protegidos», algunos de ellos a tiros, y, por supuesto, comenzaron a resolver sus disputas internas por el territorio, con los métodos que les son propios.
Métodos que se aplican también en las discusiones con los patronos, que se desarrollan con pistolas y metralletas sobre la mesa. Sólo en lo que va de año han sido muertos, en Guayana, cinco de estos «dirigentes sindicales».
En Aragua ha habido también algunos brotes de sicariato «sindical», no de la magnitud de los de Guayana, pero tan igualmente graves como impunes. Aquí, dirigentes de la corriente sindical disidente de UNT, dirigida por Orlando Chirino, han pagado con la vida su postura político-sindical.
En algunas áreas petroleras existe también una situación de violencia fuera de control, que ha cobrado vidas en las disputas por los «cupos» de trabajo. El gobierno contribuyó a crear un monstruo, que ahora, como el del Dr. Frankenstein, tomó vida propia y camina solo.