Sobrevivir sin seguros de atención médica, por Gioconda Cunto de San Blas
2014 llegaba a su fin. Cerca de navidad, el diagnóstico por biopsia fue definitivo: cáncer de pulmón; el pronóstico, no muy esperanzador. Al abrir el año 2015 comenzaron las quimioterapias, radioterapias, medicamentos, RMN, TACs, etc., en una acreditada clínica de la ciudad.
Él, miembro jubilado del personal de investigación del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), instituto adscrito al Ministerio de Ciencia y Tecnología, concentró sus preocupaciones en recuperar su salud; sabía que el seguro de HCM (hospitalización, cirugía y maternidad) que arropaba al personal del IVIC a través de un convenio con una empresa privada de seguros, cubrirá los aspectos monetarios de su enfermedad. Así fue, efectivamente.
No solo fueron los gastos de tratamiento a lo largo de ese fatigoso año sino también los funerarios a principios de 2016. Todo en ese escabroso trance de 15 meses fue cubierto por el seguro que el IVIC había contratado luego de negociaciones con los sindicatos y asociaciones, en representación de su personal.
Cuatro años más tarde y a todos los efectos, sus sobrevivientes no tenemos seguro. El personal activo y jubilado del IVIC ha quedado en el desamparo sin un seguro de HCM que cubra los gastos generados por circunstancias adversas en la salud nuestra y de familiares directos.
Ya en los dos últimos años, luego de la reconversión monetaria que restó cinco ceros al bolívar, el seguro privado había quedado reducido a una cobertura de Bs. 100 mil anual (aprox. US$ 3 entonces) más una cantidad similar mensual para medicamentos (el costo de una caja de analgésicos). Este último rubro excluyó también gastos de terapias complementarias que por más de 40 años habían protegido al personal del IVIC cuando requiriese ese tipo de asistencia médica.
Hete ahora que las autoridades del IVIC, sin mediar una consulta con los sindicatos y asociaciones profesionales (si por tal puede llamarse una triste reunión informativa convocada en volandas el día anterior), nos hace llegar a través de la Gerencia de Gestión Humana un comunicado en el cual se nos participa (sic) que de acuerdo con instrucciones recibidas el 31/01/2020 del ministerio de adscripción, a partir del sábado 01/02/2020 el IVIC pasa a formar parte del sistema integral de salud de dicho ministerio.
¿En qué consiste? Es un fondo autoadministrado (¿?) que cubre gastos de atención primaria de salud, oftalmología, odontología, servicios funerarios, de reembolso, farmacia y jornadas de salud. Suena bien para el lector desprevenido.
En concreto, se empeora el esquema: Bs. 100 mil (básica; aprox. US$ 1,20) y Bs. 600 mil (exceso; aprox. US$ 7,20) anual por atención primaria; Bs. 100 mil mensual por servicio de farmacia; Bs. 1,5 millones (aprox. US$ 18,00) por servicios funerarios; nada para terapias; prohibición de doble cobertura en parejas cuando ambos son miembros del personal del IVIC.
Una burla, habida cuenta de que los costos mínimos rondan US$ 1.000 para terapia intensiva por día (sin incluir análisis o cirugías), un parto normal va de US$ 900 a 2.000, el gasto mensual por medicamentos para dolencias diversas supera por mucho el límite de reposición y el costo funerario de cremación franquea los US$ 400.
Todo esto ocurre mientras los sueldos y pensiones mensuales del personal oscilan, dependiendo del rango, entre unos US$ 5 y 30, al cambio del día en que escribo.
La desprotección es total: carecemos de un seguro efectivo y tampoco podemos pagar gastos médicos o funerarios con nuestros ridículos sueldos o pensiones de jubilación. ¿Dónde queda la progresividad de beneficios laborales (art. 434 de la Ley del Trabajo)?
A todas estas ¿dónde está la voz de los sindicatos? Como lo documentó la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y reseñamos en artículo anterior, un gobierno “obrerista” ha pulverizado los sindicatos para acallar la voz de los trabajadores en sus legítimos reclamos.
Solo unas estructuras complacientes, fabricadas a gusto de las autoridades, cumplen ahora un papel subsidiario, alejadas de lo que fueron los pujantes sindicatos del pasado. Solo quedan sombras, sin fuerzas para la lucha sindical efectiva.
A esto nos ha llevado una supuesta revolución que pretendió rescatar a los humildes y que solo ha conducido a hundirnos a todos en la miseria. Los pasos fronterizos hacia cualquier destino dan cuenta de los millones de venezolanos que intentan salvarse del naufragio de una “revolución bonita” que ha afeado el rostro de un país que alguna vez trajinó la democracia, la libertad y el desarrollo.
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No será fácil retomar la ruta del progreso; 21 años de deformación social no pasan en vano, pero se podrá avanzar si todos ponemos nuestro empeño generoso al servicio de ese cambio en democracia en una sola voz unitaria.